No es de extrañar su nueva fascinación: el ministro Golborne. Nada podría ser más derechista a la chilena que Golborne. El activismo, la biografía alternativa, la buena onda con la guitarra, un modo de emprendedor, son los sucedáneos de su falta de cultura política. Es la persistencia de la cultura del management por otros medios. Eso explica que para ese sector se entienda como casi natural, al menos nada raro, el pasar del Jumbo a La Moneda.
Sarkozy, aquel del cual Piñera, después de reunirse con él, señaló haber recibido una “clase de liderazgo”, está a nada de ser el segundo presidente de la V República que no logra su reelección. Si hay algo que la derecha chilena podría aprender de ésta “clase magistral de liderazgo” es el peligro de la frivolidad.
Sarkozy y su hiperpresidencialismo habían prometido transformar la añeja política gala, dejar atrás el gaullismo, dar un aire de “americanización y modernidad” a la tradicional derecha francesa y al Estado. Hasta hoy, nada de eso ha logrado. Si bien su gestión ha tenido éxitos, su mayor problema ha sido lo que el filósofo Raymond Aron le enrostrase al otro presidente que no alcanzó su reelección, Valery Giscard: “Presidente, usted no tiene sentido trágico”. En Sarkozy ha sido todavía más notorio. Ha sido un hombre de acción, pero frívolo. Una vez que cayó en cuenta de lo evidente de su defecto, reaccionó como lo hace un frívolo: se encerraba de modo “privado” a ver películas de cine arte (ni más ni menos que de Dreyer), alardeaba de estar leyendo a Dostoievski y empezó a frecuentar a los conocidos del mundo de la cultura de su señora, Carla Bruni.
Sarkozy, desde que se inició en la política, ha destacado por su estilo frontal, su capacidad de desafiar y, si es necesario, nadar contracorriente. Sumado a que nadie duda de su inteligencia y habilidad. Si es así ¿qué importancia tendría su falta de ideas o de cultura? Mucha. No sólo por ser Francia una de las naciones europeas que más relevancia ha dado a ese sello en sus gobernantes. De modo general, quien carece de cultura puede tener iniciativa, pero no ideas que le den contenido a su accionar político. De la cultura se sigue la capacidad de enfrentar la complejidad propia de la sociedad.
Sarkozy, ante su incapacidad de generar una visión de la nación, de modo creciente, ha tenido que recurrir a ideas ajenas. Hoy es una sombra, intelectualmente, de su consejero Patrick Buisson. Éste último, un intelectual con raíces en la derecha profunda y dura, es quien marca la agenda del sarkozyismo.
Si pierde, como todo parece indicar (aunque un milagro final no puede descartarse), más que por las virtudes de su muy deslavado y mediocre rival, lo será por su frivolidad.
Por su parte, nuestra derecha, esa que por intermedio de Lavín y Piñera declamara su admiración por Sarkozy, posee cierto desprecio por la política a la cual tratan de reemplazar, apostando por la acción de la técnica. Desde la fracasada experiencia del primer intento de gobierno “administrativo-técnico” de Jorge Alessandri, pasando por “Büchi, es el Hombre”, “Lavín, viva el Cambio” hasta “Piñera, la nueva forma de gobernar”, han pretendido cambiar la política por la técnica y el marketing.
Por eso, no es de extrañar su nueva fascinación: el ministro Golborne. Nada podría ser más derechista a la chilena que Golborne. El activismo, la biografía alternativa, la buena onda con la guitarra, un modo de emprendedor, son los sucedáneos de su falta de cultura política. Es la persistencia de la cultura del management por otros medios. Eso explica que para ese sector se entienda como casi natural, al menos nada raro, el pasar del Jumbo a La Moneda.
La idea del management y la pretensión de la tecnificación de la política poseen en nuestra derecha un carácter ideológico. Éste se ve aumentado en la medida que mayor sea la ignorancia frente a la política e incomprensión de la cultura de quien encarne ese proyecto. Por eso, en Golborne, es esperable que estos factores se acentúen en una potencial administración suya y que sus atributos personales recubiertos del debido marketing suplan la falta de contenido del candidato.
Sarkozy, hijo de una de las tradiciones políticas más ricas existentes, como la de la derecha francesa, no pudo escapar a la tragedia de la frivolidad. Las fuerzas de la derecha obtuvieron más votos que las de izquierda, pero los anticuerpos generados por el antisarkozyismo parecen más fuertes. Si estamos frente a sus últimos días, estos transcurren como un títere del discurso de Patrick Buisson.
Si ese fue el destino de un animal político como Sarkozy, cabe preguntarse: ¿Quién sería el “Patrick Buisson” de Golborne?
Una cosa es clara: “nadie puede dar, lo que no tiene”.
Publicado en El Mostrador
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Foto: La voz de Maipú
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