A cuatro años de la dictación de la Ley de Inclusión Educacional, los datos son dramáticos y preocupantes, se observa una paradoja: “mientras más se habla de la educación pública (estatal) en Chile, mayor es el porcentaje de matricula privada”. “Mientras más se radicaliza la defensa de la educación pública, peor es su cobertura, calidad y equidad”. El llamado es para que la política deje los ideologismos y se ocupe en serio de tan importante tema, con objetivos y metas claras, poniendo por delante los millones de educandos a los que se afecta, quienes constituyen en futuro de Chile. Quienes creemos en la educación como la más potente palanca de promoción socio-económica, nos declaramos en alerta.
Los datos:
La Ley diseñada bajo prejuicios y presupuestos errados, sólo provocó que se profundizaran aún más las brechas en materia de educación. El escenario post Ley de Inclusión Escolar, es que ya no se crean colegios municipales ni subvencionados, solo crece la oferta educacional privada. El abordaje legislativo del tema, tanto del Parlamento como del Ejecutivo, estuvo marcado por el sobre ideologismo, la desconfianza, el prejuicio y un enfoque de cálculo electoral. No existió disposición al diálogo y la busqueda de acuerdos, sino posiciones radicalizadas, lo que ha terminado por dañar la calidad, equidad y cobertura del sistema educacional chileno.
La Ley de Inclusión se basó en un relato político que afirmaba que todos (o la inmensa mayoría) de los sostenedores particulares subvencionados eran empresarios inescrupulosos cuyo único fin era obtener lucro de su actividad educacional. En esa lógica, se pensó que la acción semántica de quitar la expresión lucro, tales sostenedores saldrían del sistema. La demostración empírica da cuenta que de los 6.060 sostenedores subvencionados, solo 71, aproximadamente el 1% del universo de sostenedores se transformaron en particulares privados. Mientras que el 99% de los gestores educacionales no tuvieron problema en transformarse en entidades sin fin de lucro para continuar su labor.
A cuatro años de la dictación de la Ley de Inclusión Educacional, los datos son dramáticos y preocupantes, se observa una paradoja: “mientras más se habla de la educación pública (estatal) en Chile, mayor es el porcentaje de matricula privada”. “Mientras más se radicaliza la defensa de la educación pública, peor es su cobertura, calidad y equidad”.
Hacemos un llamado a la búsqueda de consensos para avanzar en el logro de alcanzar la calidad, equidad y cobertura en educación. Es necesario que uno y otro sector dejen de lado los ideologismos y los intereses subalternos. Por otro lado, el Ministerio debe pasar a la búsqueda de acuerdos, a promover el diálogo, la Ministra y el Subsecretario deben bajar su rol político e ideológico, para centrarse en la calidad de la educación. Si no se da un impulso a este sector, en pocos años más tendremos serios problemas de cobertura escolar, pues la opción mayoritaria de la población para educar a sus hijos, no va a poder ser cubierta con la actual oferta educacional subvencionada.
Se requieren políticas públicas que permitan racionalizar el uso de los recursos para ampliar cobertura y calidad; evitar los abusos y las faltas a la probidad y la sana administración en la educación municipal; las instituciones debe ser controladas y fiscalizadas en el cumplimiento de sus funciones administrativas. El Estado de Chile, debe definir si consolidará el sistema mixto, generando las confianzas para que los recursos fluyan y permitan ampliar la cobertura y la calidad. Se requiere señales claras y el clima de confianzas para que los colaboradores de la educación puedan seguir trabajando en paz.
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