El mundo conservador, ese que preferiría con toda su alma que todo se mantenga siempre igual y que detesta a quienes tienen la subversiva idea de insinuar que en este país se requieren cambios; aquellos que para el primer plebiscito constitucional inventaron artículos inexistentes para promover el rechazo; esa lamentable parte de Chile que desde 1973 es responsable de cada uno de los retrocesos o nulos avances en derechos sociales, reproductivos o culturales, ha demostrado una capacidad bastante particular para adjetivar negativamente aquello que se acerca a la idea del cambio.
Así, por ejemplo, al ya clásico “vendepatria”, los últimos años sumaron los conceptos de “patipelado», «inútiles subversivos» y «antichilenos”. Lo curioso es que no solo adjetivan a las personas: llaman “octubrismo” a las reivindicaciones levantadas durante el estallido de 2019, tales como la desprivatización del agua o el fin de las AFP. Y “permisología” es como se refieren al conjunto de normas que como sociedad, y a contrapelo de ese sector, nos hemos dado para evitar que las construcciones y proyectos de inversión malogren el medioambiente o el patrimonio cultural; es decir, que evitan el crecimiento (que habitualmente es solo para ellos) a cualquier costo.
Al respecto, hace unas semanas, la candidata presidencial Evelyn Matthei, en un encuentro organizado por la Cámara Chilena de la Construcción (CCHC), planteó (era que no) su rechazo a la “permisología”, apuntando sus dardos contra el Consejo de Monumentos Nacionales, a cuyos integrantes calificó indirectamente como incapaces y poco preparados. En la ocasión sostuvo lo siguiente: “Yo no sé en qué país se cree que algo que se hizo hace 50 años atrás, es Patrimonio”. La ignorancia es audaz, como esta frase. Lo dijo, en un momento en que reclamaba contra la “permisología”. Puede que en un punto tenga razón, en cuanto a la falta de coordinación estatal que permita simplificar procesos y evitar duplicidad de trámites, pero la expresión de la candidata es elocuente: a ella no le gustan las restricciones. Su frase no iba dedicada a simplificar trámites, sino a menospreciar el valor del concepto de Patrimonio Cultural y a desprestigiar al Consejo de Monumentos Nacionales.
Pero, ¿qué es el Patrimonio Cultural? Según el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, “es un conjunto determinado de bienes tangibles, intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales, a los que se les atribuyen valores a ser transmitidos, y luego resignificados, de una época a otra, o de una generación a las siguientes”. Es decir, lo que permite que algo pueda ser considerado patrimonio o no, es la valoración que una comunidad le asigna, dependiendo de su imbricación en la historia. Es eso, y no una cantidad de años arbitraria.
Porque si fuera así, por ejemplo, el edificio que albergó en primera instancia a la UNCTAD, luego al dictador, posteriormente a la junta de gobierno militar y actualmente al Centro Cultural Gabriela Mistral, ¿hasta el año 2022 no tenía valor patrimonial y desde 2023 sí lo tenía? Todo esto es muy triste si pensamos que a la entrañable obra de teatro “La Negra Ester”, estrenada en 1988, le restarían aún 14 años para ser considerada de valor patrimonial, cosa que podría conseguir recién en 2039. En ambos casos, es ridículamente evidente que algo que fue creado hace menos de 50 años sí puede ser considerado parte del patrimonio.
¿Es válida esta disyuntiva que pide elegir entre crecimiento o patrimonio? ¿Si construirán una empresa que generará empleo, da lo mismo si contamina el agua? ¿Es irrelevante si hay una especie protegida que se verá afectada? ¿Hay que mirar hacia el lado si hay algún objeto o construcción de valor patrimonial o arqueológico? ¿A los chilenos solo nos importa el dinero? ¿El rescate y valorización del patrimonio es solo una moda woke o una obsesión del zurderío?
Es ridículamente evidente que algo que fue creado hace menos de 50 años sí puede ser considerado parte del patrimonio
Pareciera ser que la respuesta a todas esas preguntas es un categórico NO.
Desde que se estableció en 1999 el Día de los Patrimonios, la participación ciudadana ha ido permanentemente en ascenso. Las 425.982 visitas a las actividades realizadas en el marco de esa celebración en 2009 aumentaron en más de 600% en 2024, llegando a más de tres millones de visitas. Lo mismo ha ocurrido con la cantidad de actividades: en 2024 se ofrecieron más de 3.300 actividades con una cobertura territorial superior al 90%.
Uno esperaría que quienes buscan cargos de elección popular tan relevantes, piensen antes de hablar, valoren y respeten a las y los profesionales que velan por las políticas públicas que hemos construido como sociedad. Y, sobre todo, que nos den la seguridad de que respetarán, valorarán y cuidarán el Patrimonio. Pero no el económico, el que han hecho crecer una y otra vez a costa del que es de todos y todas, sino nuestro patrimonio cultural y natural, el que nos pertenece como pueblo y que nos permite saber de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.
                                    Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
            Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad