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El “Lejano Oeste” que Chile nunca conquistó

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En la historia de las naciones, las fronteras no son solo líneas en los mapas; son reflejo de ambiciones y cautelas, de victorias y derrotas, de atenciones y distracciones, y en algunos casos, de oportunidades perdidas. Mientras Estados Unidos se extendía hacia su Far West y construía identidad en el vasto territorio norteamericano hasta las costas del Pacífico; Chile miraba con anhelo hacia el oeste, sin poder concretar una expansión similar en el inmenso océano que se desplegaba ante él con la promesa de un “futuro esplendor”. ¿Por qué no conquistamos nuestro «Lejano Oeste»? 

El Destino Manifiesto de Estados Unidos y la doctrina chilena

La expansión de Estados Unidos de América hacia el oeste fue impulsada por una creencia casi divina: el Destino Manifiesto. Este concepto ampliamente adoptado por la sociedad estadounidense del siglo XIX, justificaba el crecimiento territorial hacia el occidente como un derecho natural y sagrado. Se trataba de un mandato no solo de ocupar nuevas tierras, sino también del deber, llevar hacia allá los valores y el progreso de su joven nación.

Chile en cambio, tenía su propia doctrina que no priorizaba la expansión territorial oceánica. Las expresiones por proyectarse hacia el borde occidental del Pacífico fueron escasas. Una es la célebre carta al Vicealmirante Manuel Blanco Encalada, donde el ministro Diego Portales declaró: «Debemos dominar para siempre en el Pacífico: ésta debe ser su máxima ahora, y ojalá fuera la de Chile para siempre.» Estas palabras demuestran una visión clara de control del océano Pacífico, pero, a diferencia del Destino Manifiesto, dichas declaraciones no contribuyeron a una permanente política estatal de prolongación territorial hacia el poniente. Otra es la audaz y a la vez legítima propuesta del intelectual Benjamín Vicuña Mackenna de que Chile se extendiera por todo el océano hasta Asia, la cual tampoco se transformó en una estrategia de Estado.

Similitudes y diferencias de ambos avances hacia el oeste

Estados Unidos pobló sus territorios con inmigrantes sedientos de riquezas facilitando colonizaciones masivas a través de diversas políticas que se concretaron en leyes, tales como las de asentamientos rurales denominadas Homestead Acts, las cuales ofrecían tierras a bajo costo a los colonos. Chile, sin embargo, carecía de políticas similares para las distantes islas del Pacífico. A pesar del nítido interés en el océano como lo demuestra la inteligente anexión de Isla de Pascua en 1888, nuestro país no desarrolló un sistema público-privado que fomentara la intrépida ocupación y explotación de otras islas más hacia el oeste, muchas de ellas deshabitadas en esa época.

Además, mientras Estados Unidos tenía una red ferroviaria en constante expansión y una economía en crecimiento para sostener su avance occidental, Chile enfrentaba desafíos geopolíticos que limitaron sus ambiciones en el mismo sentido. Nuestro país estaba en el norte consolidando Tarapacá y Antofagasta tras la Guerra del Pacífico y en el sur atento a las amenazas sobre la Patagonia Occidental. Por lo tanto Chile no podía darse el lujo de destinar una logística por el océano a más de ocho mil kilómetros al oeste de la capital.

El océano Pacífico siempre ha sido de gusto universal

En el siglo XIX la expansión chilena hacia el Pacífico se veía obstaculizada por la presencia entre otros, de los imperios británico y francés con sus manifestaciones de soberanía en varias islas del océano más grande del planeta. Por su parte Chile no tenía la misma capacidad naval ni militar para disputar islas ni rutas en el Pacífico Occidental. Tampoco tenía aliados en la costa de Sudamérica para desafiar en conjunto a los robustos competidores que desde las metrópolis europeas desplegaban su poderío en los atrayentes archipiélagos del océano Pacífico. La soberbia presencia de estas potencias significaba que cualquier desafío expansionista chileno en ultramar podría haber provocado algún enfrentamiento armado y en el mejor de los casos, conflictos diplomáticos que Chile no estaba dispuesto a asumir.

Ahora

Si en su oportunidad no pudimos o no supimos conquistar las islas occidentales del Pacífico, ahora podemos ir en ayuda de los bajos Estados-Islas que ahí están en peligro ante las marejadas y el ascenso del mar debido al Cambio Climático

Al mirar el océano Pacífico en un globo terráqueo donde la representación de dicha enorme masa de agua cubre de azul completamente la cara observada de la esfera, emerge la cuestión de que toda la parte sur pudo haber sido chilena. ¿Qué habría sido de Chile si nuestro país hubiese seguido pasos análogos a los de Estados Unidos? Nunca lo sabremos con certeza. Pero de lo que sí podemos estar seguros es de dos asuntos.

El primero es que si en su oportunidad no pudimos o no supimos conquistar las islas occidentales del Pacífico, ahora podemos ir en ayuda de los bajos Estados-Islas que ahí están en peligro ante las marejadas y el ascenso del mar debido al Cambio Climático. Compartiendo tecnología de manera solidaria podemos llevar nuestra cultura a lo ancho de miles de kilómetros hacia el poniente.

Lo segundo es hacer caso a esos chilenos y chilenas contemporáneos que hoy advierten de fenómenos que solemos despreciar; a prestar ahora más atención a quienes, tal como Portales y Vicuña Mackenna en su momento lo hicieron, nos proyectan hacia un futuro esplendor. 

Dr. Lucio Cañete Arratia

Facultad Tecnológica

Universidad de Santiago de Chile

El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago.

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