Desde el 2021 hasta el año pasado, según cifras oficiales de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI), más de 150 mil personas han ingresado al territorio nacional a través de pasos no habilitados, donde ya se ha demostrado que muchas de ellas vienen a delinquir. Una investigadora de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) calculó que tan solo durante el año 2021 al país llegaron 156 mil toneladas de ropa desechada o sin usar, la cual en su gran mayoría fue destinada como basura al desierto de Atacama. Desde ese mismo año diversas organizaciones ambientalistas como Vigilantes del Lago, han reportado en el sur de Chile la presencia de la dañina especie invasora conocida como medusa de agua dulce.
Ante tal avalancha de males desde el exterior que agrava los que se han gestado internamente, emerge la cuestión de si podría llegar desde afuera algo asombrosamente bueno para terminar con los daños que está provocando el ingreso de estos flujos indeseados. Ese algo debiese ser útil para encarar problemas ambientales, económicos y sociales con todas las combinaciones posibles entre ellos. Por lo tanto, si se pudiera requerir un bien del exterior, sería aquel que incrementase la capacidad de resolver problemas, la habilidad para salir de aprietos y la prestancia para asumir nuevos desafíos. Es decir, dicho flujo desde el exterior debe enriquecer el recurso humano, el más importante de Chile. Y puesto que aquí ya se cuenta con el capital intelectual, se requiere que éste logre la hasta ahora esquiva inspiración para comenzar a transformar el estado indeseado del país a otro más cercano al ideal.
El anhelo de contar con la inspiración cuando todo parece estar en un callejón sin salida, ha existido desde las primeras civilizaciones y fueron los antiguos griegos quienes concibieron a las musas, seres mitológicos que susurraban al oído de los humanos para desencadenar en ellos el proceso creativo. Aunque el relato dominante es que las musas inspiraban a los artistas para que ellos crearan sus obras, originalmente estas divinidades provocaban diversos impactos cuando los mortales carecían de alguna “chispeza”, incluso aportaban en la incipiente actividad científica. Es más, tal como ahora ocurre con las profesiones, cada una de ellas se especializaba en determinados quehaceres donde el mito menciona a la poesía, retórica, astronomía, danza, agricultura y geometría entre otros.
Mientras la mitología sigue deleitando con relatos de musas y su labor de inspiradoras, recientes avances científicos han dado pistas de cómo lograr en la realidad los mismos efectos que en la fantasía hacían estas divinidades. Dichos aportes vienen principalmente desde la neurociencia y desde la psicología ambiental.
Aunque científicamente no existe consenso en definir este fenómeno intelectual, se suele aceptar que la inspiración posee las tres cualidades descritas por los investigadores Thrash y Elliot. La primera es que la inspiración se evoca y no se invoca; es decir, tiene baja probabilidad que suceda exactamente en el momento y lugar que se desea. La segunda cualidad es su trascendencia, un fenómeno sorprendente para quien lo experimenta que lo energiza para superar las limitaciones ordinarias. Y la tercera cualidad de la inspiración es su esencia motivacional, generando una irresistible compulsión a actuar.
Con esto, más otra base científica es posible deducir que la inspiración tiene una componente interna y otra externa. La interna es una predisposición mental, mientras que la externa depende de la configuración ecosistémica; ambas en alguna medida controlables para facilitar la inspiración.
En la mente debe existir la interacción sincronizada de dos sistemas cerebrales: la red de modo predeterminado (DMN) y la red de control ejecutivo (CEN). La DMN se activa cuando la persona está divagando permitiendo conexiones entre ideas almacenadas en la memoria. Por otro lado, la CEN se enciende cuando se enfoca la atención en un objetivo. Para que ocurra la inspiración, ambas redes deben sincronizarse. Esto sucede cuando el cerebro experimenta una baja inhibición cognitiva que permite la libre asociación de ideas y una activación de regiones como el giro angular y el lóbulo temporal encargados de integrar información abstracta.
El ecosistema actúa como un catalizador para la inspiración al proporcionar estímulos variados que alimentan el proceso cognitivo interno. Ambientes naturales y diversos no solo proveen nuevas imágenes; sino además despiertan emociones de asombro que activan áreas cerebrales relacionadas con la creatividad. Por otro lado, un entorno social donde se comparten ideas y se fomenta la colaboración, facilita la inspiración al exponer la mente a nuevas perspectivas. Finalmente, una atmósfera de seguridad psicológica, donde la gratitud y la admiración sin envidia predominan, permite que las ideas fluyan libremente y se reduzca el miedo al fracaso.
así como el país empezó a acondicionarse internamente para recibir inmigrantes mientras algunos políticos a viva voz los invitaban desde el extranjero, Chile ahora ya puede preparar la mente de su gente y liberar barreras ecosistémicas para que la inspiración llegue a la ciudadanía
Con todo esto, así como el país empezó a acondicionarse internamente para recibir inmigrantes mientras algunos políticos a viva voz los invitaban desde el extranjero, Chile ahora ya puede preparar la mente de su gente y liberar barreras ecosistémicas para que la inspiración llegue a la ciudadanía.
Lucio Cañete Arratia
Facultad Tecnológica
Universidad de Santiago de Chile
El contenido de esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente el pensamiento de la Facultad Tecnológica Universidad de Santiago de Chile.
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