Lo primero que siento con la noticia de rebote de la muerte de Vargas Llosa en Lima es…, lata. A una amiga que viaja a mi lado espeto:
-Otro más. ¿No habrá alguno capaz de la fuerte trascendencia?
Se murieron Cortázar, García Márquez y ayer Vargas Llosa. Mis tres; el “boom”[1]. O los que, con ese título, eran el sonsonete repetitivo del profesor de “Castellano” del colegio de secundaria. “Castellano”: ya no existe esa asignatura. Por orden, norma e imposición del Estado-progre-siglo «XXI», se debe decir ahora “Lenguaje”. La “reforma-modernizadora”, una vez más, destruye un nombre con una tradición cualquiera, reemplazándolo por otro nombre de «perfil» racionalista y cientificista –derivado, con seguridad, de la “ciencia lingüística moderna”.
No solamente reemplaza “progresistamente” una tradición idiomática con la lingüística post-Saussure, sino que cimenta la distorsión que hace del lenguaje verbal “el” lenguaje. Confirmando la propuesta de Derrida del logo-centrismo. O sea, el privilegio –la hegemonía; la dominación (feroz e ilusa) -, del lenguaje verbal sobre otros lenguajes y escrituras. ¿Qué significa esto? Una «tesis» del real: que los otros lenguajes/escrituras, todos (corporal (estúpidamente llamado «no-verbal»), emocional, dancístico, de tatuajes, del intercambio de mujeres, con los dioses en ayahuasca, de los dibujos en la cerámica, en las monedas,…), deben someterse a su traducción a las “palabras-con-sentido-coherente”[2] para existir en alguna verdad. “Traducción” dice aquí: someterse a una “explicación razonada” (o de «razón suficiente»).
Si la “ciencia moderna-Verdad” ocurre donde “ciencia” se hace equivalente a perfecta correspondencia/adecuación de “conceptos” y “hechos”; y verdad equivalente a “Verdad-certeza-número” …, el ramo post de “Lenguaje” sucede como corrección científica de los idiomas.
Esta verdad-mayúscula se demuestra, a poco, poder o medio-de-manipulación respecto de los demás humanos, “poder-social” –y, ante todo, como ilusión de “poder-sobre-lo real” … A veces, o frecuentemente ya, eso “real” perturba el deseo-poder con “realidades-contra intuitivas”. En otros códigos, con fenómenos “complejos”, “multicausales”, “caóticos”, que son maneras de obviar cuando las cosas superan las explicaciones.
Pues mis “sesiones” solitarias de adolescente bajo el conjuro de las páginas de “La casa verde” de Vargas Llosa, fueron –ahora, después de mucho, puedo discernirlas como: “otra experiencia mía de lo + real”. U otra manera de empujarme a lo real en la experiencia de “tratar de dar-alguna-razón de un relato distorsionado” de situaciones ficticias.
Las páginas de “La casa verde” hacían de mis angustias adolescentes normal-exacerbadas, su conversión a piel -verde-transparente. Recuerdo unas tardes post-almuerzo, las tardes solitarias inmensas de los domingos, amenazadas siempre de miles de aburrimientos –mi “sin-destino” de los 16 o 17 años–, y yo, azuzándolo todo con los párrafos de ese Vargas Llosa.
Como digo, si la casa era “verde”, el + verde era yo mismo. Verde de hielo-y-sudor, en que la lucha del intelecto contra lo incomprensible y fascinante duraba horas –sobre mi cama en la pieza-para-uno de mi familia de ascendencia.
“Piura”: esta palabra es de las jamás-olvidables. Lo demás, una majamama de frases y párrafos que zarandeaban mis lóbulos cerebrales haciéndolos crujir.
¡Qué maravilla que una frase comenzara aquí y terminara no sé dónde, pasando, entremedio por varios retruécanos de espacios y tiempos!… Pues, a mi actual imaginación, la “técnica” vargasllosiana de esa novela consistía en forzar y, simultáneamente (porque esto es «paradoja»), reforzar un significado con la violencia de otros sentidos acosándolo sin tregua.
Luego, la sexualidad. Era yo un hijo de madre beata-católica y padre putero-amoral. Ella dominaba el intramundo de la casa familiar; él traía al hogar, a veces, una hediondez de «patines-vulgares» –pero pagado a wen-precio, como podía un “profesional-universitario-de-la-Chile”, de mediados del siglo “XX” chileno.
Creo que a Vargas Llosa esta sabiduría le resultó casi accidentalmente. Nunca he encontrado una página de otros textos con algo siquiera parecido
De manera que las imágenes de Mario azotaban mis hormonas y “principios”. ¡Esas sordideces! Tan racionalmente elaboradas, de modo que la excitación y el arrepentimiento ya no tenían pausas de “control” …
Las tapas de “La casa verde” eran bellas y brillantes –creo que, al medio, con el boceto verdinegro de una vivienda.
No fui nunca capaz de releer una página. Allí quedó mi ejemplar, en algún sector de mi “pequeña-biblioteca” -y luego se extravió, cuando el tiempo hizo conmigo sus escenas de experiencia con mi nombre.
La sórdida sexualidad, ahora como historiografía excéntrica de Perú-político, y la “técnica-del-relato” encontré, nuevamente, en “Conversación en La Catedral” –mucho más leíble, menos genial y, a veces interminable.
El regalo final, sin par, de Mario Vargas Llosa a mi vida fue “El hablador”. ¡Qué simplicidad intuitiva de los límites de las ciencias antropológicas por un creador de ficciones! ¡Qué “introducción” a la magia de los machiguengas! –cada vez que voy a la Amazonía sueño esas páginas. Porque este relato puede pispar, con palabras Occidentales, los misterios de “otros-humanos” y “otra-cosa-que-Naturaleza”. Usé de personajes –Mascarita-, y situaciones -los sueños de Tasurinchi–, en momentos de éxtasis de mi relato “0000”, que, justamente, resulta un título no logo-céntrico: se ve, se comprende, pero no se puede leer –en cuanto “es” el logo de los autos Audi y un lenguaje sólo visual-estatuario…
Y creo que a Vargas Llosa esta sabiduría le resultó casi accidentalmente. Nunca he encontrado una página de otros textos con algo siquiera parecido.
Mario decayó lamentable en algunos de sus últimos intentos. Entonces fue casi cero imaginación y mera ideología de un liberal post del siglo “XXI”.
[1] En mis 1969 o 1970, los ausentes imprescindibles aún desconocidos eran J. L. Borges y Juan Rulfo. Ellos me permitieron una, llamemos, completa desconstrucción de la parafernalia del “boom”.
[2] Este mismo texto pertenece a esa dominación. Y la lectura que ustedes hacen, ídem. Para descubrir “mi-otro-yo” de escritura, hay que leer mi poesía y los relatos que no-opinan-sino-crean… Por otro lado, probablemente este dominio y control está orientado por un deseo de trascendencia. Ahí están las pirámides –mayas, incas, aztecas, egipcias, budistas, shintoistas. Es decir, el lenguaje verbal se posee a sí mismo como «más trascendente que el lenguaje escrito en piedras».
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