I – El Fin de Roma
En mármol y sombra se desploma Roma,
último suspiro de una era en aroma,
cruje el imperio, el águila se despliega,
ruinas y sangre, la historia se niega.
Las campanas lloran en la noche oscura,
el polvo cubre la gloria y su locura,
el latido moribundo de un mundo caído,
bajo cielos grises, el tiempo ha huido.
Bárbaros al acecho, cruces en la arena,
el fin es silencio, la tumba serena,
la luna contempla la herida abierta,
un eco de gloria que no se despierta.
II – Bárbaros en el Mármol
Hombres de hierro, sombra y tormenta,
los bárbaros pisan la tierra violenta,
entre ruinas y pólvora, la fuerza brama,
el mármol sangra bajo su llama.
Los guerreros llegan con gritos y cadenas,
rompen el cristal de antiguas condenas,
las ciudades tiemblan, los dioses callan,
mientras la historia en sus manos estalla.
El mármol resiste, pero cede al paso,
la noche avanza con su cruel abrazo,
un mundo nuevo nace del caos y la pena,
bárbaros y sombras en la tierra ajena.
III – El Aliento de la Muerte (Peste Negra)
Un susurro oscuro, una sombra leve,
la muerte camina y nada la detiene,
peste que arrasa, muerte que silencia,
un aliento frío, una cruel sentencia.
Los cuerpos caen, la tierra se tiñe,
el grito se ahoga, la esperanza extingue,
la campana repica, el cuervo grazna,
la vida se pierde, la muerte abraza.
En calles desiertas, el eco es miedo,
las sombras devoran el último ruego,
la noche sin luna, el frío sin fin,
un aliento mortal que todo hace ruin.
IV – Las Sombras de Jerusalén (Cruzadas)
Cruz y espada, fuego y rezos,
la tierra sagrada bajo mil procesos,
soldados marchan con sangre en las manos,
en busca de un dios que guía sus planos.
Jerusalén arde en fuego y sombra,
la historia sangra, el alma asombra,
las sombras se alargan, la fe se desgarra,
en un mar de muerte que nunca se acaba.
Las campanas llaman, los cuervos vigilan,
las cruces se alzan, los cuerpos destilan,
el eco de la guerra, la sombra eterna,
un canto roto que la historia gobierna.
V – El Fuego y la Fe (La Inquisición)
El fuego no abriga, condena y devora,
enciende la culpa, la noche, la hora.
No arde en la carne, arde en la idea,
y a nombre del cielo, el infierno pasea.
Cristo se esconde tras muros y piedra,
ya no es cordero, es juez con la cuerda.
Del verbo nacía el filo y la herida,
la cruz era yugo, no era salida.
Fue Letanía de hierro y dolor, de un Dios que olvidó lo que era el amor
Las manos atadas, las voces en lumbre,
las brujas cantaban sin nombre ni cumbre.
Curaban con plantas, sabían del río,
pero la fe temía su canto tardío.
Las llamas bailaban con gatos oscuros,
símbolos vivos de pactos impuros.
No eran demonios, ni eran hechizo,
eran temores de un clero mestizo.
El potro crujía, la rueda giraba,
y el alma, entre gritos, se desmoronaba.
No era justicia, ni era perdón,
era un teatro de expiación.
El miedo reinaba con túnica blanca,
la ley del más santo era la más franca.
Y el pueblo aprendía que Dios en la tierra
se escribe con sangre y se impone en la guerra.
No fue redención, ni luz verdadera,
fue dictadura en forma de hoguera.
Fue Letanía de hierro y dolor,
de un Dios que olvidó lo que era el amor.
VI – El Ocaso de Bizancio (Caída de Constantinopla)
Bizancio tiembla, la luna se apaga,
murallas caen, la ciudad se embriaga,
en sangre y pólvora, la historia muere,
el ocaso llega y nada se quiere.
La media luna avanza sobre el mármol,
las campanas se quiebran, la noche da un salto,
la gloria se pierde en calles de plata,
el imperio se rinde, la sombra desata.
Un eco lejano, un suspiro final,
Bizancio cae en su funeral,
la historia cambia, un nuevo sol nace,
pero la sombra aún todo lo deshace.
VII – Media Luna sobre Occidente (Conquista islámica de Hispania)
En tierras de olivo y sol moribundo,
la media luna avanzó cual lobo rotundo.
El viento susurraba con voz de acero,
la península cambiaba su sendero.
Los castillos caían, las torres quebradas,
y en las plazas resonaban nuevas baladas.
La mezquita brotaba entre piedras y eras,
mezclando la sombra con luces tan fieras.
Al-Ándalus nacía, en fuego y en historia,
una tierra de magia, un lugar de memoria.
Entre palacios blancos y fuentes de plata,
se alzó una cultura que nunca desata.
Los sabios trajeron el saber antiguo,
las estrellas y libros, el arte prolijo.
La poesía cantaba en árabe y en romance,
la luz se hacía arte, y el alma, un trance.
Pero también hubo guerras, y sangre, y exilios,
el exilio eterno de tantos perfiles.
La espada y la cruz se enredaron en la arena,
y el tiempo se hizo sombra de amarga condena.
Se apagaron los ecos de viejas leyendas,
se tejieron nuevos hilos en tierras distintas.
La media luna brilló, mas fue también sombra,
de un pueblo dividido, de una historia que nombra.
El ocaso llegó, la Reconquista ardió,
y la península entera en nuevos tiempos giró.
Pero en la memoria queda la mezcla viva,
de luz y oscuridad, de guerra y poesía.
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