“¡Sordos, sordos!” Eso gritaba Violeta Parra al irse del Club de la Unión, humillada por millonarios supuestamente sofisticados, que no pararon de hablar mientras ella cantaba sus canciones. La escena, inspirada en hechos reales, es parte de una película de Andrés Wood, y dice mucho en la forma en que todos, pero nuestra clase alta en particular, se relaciona con el arte.
Ayer tocó Fernando Cabrera en El Liguria, el Club de la Unión de esta época. Los gritones de las mesas de al frente suyo no fueron capaces de callarse en todo el recital. Mientras Cabrera hacía percusión con una caja de fósforos, la mayoría del público prefería gritarle al mozo, hablar de plata, pasearse. No fueron capaces de respetar a los 10 o 15 que queríamos escucharlo. Pero más grave todavía, no fueron capaces de conmoverse con un artista, de prestarle atención a una canción. Lo grave es que al parecer tiene más que ver con la capacidad que con la voluntad. Le alegué al más escandaloso. «Estoy pagando», me respondió. Esa es la ética que justifica el atropello. El “estoy pagando, por lo tanto puedo hacer lo que quiero” rima muy bien con el igualmente pernicioso “No me pagan para eso”, como respuesta a cualquier esfuerzo adicional. Esa forma de pensar está detrás, por ejemplo, de nuestra incapacidad cívica de tener un debate político razonable más allá del Porsche de Parisi. Nos hemos pasado años hablando sobre educación gratuita y de calidad. La palabra gratuidad la entendemos todos. ¿Y por calidad, qué entendemos? ¿El Simce? ¿Las notas? ¿La PSU? “Calidad” podría ser también intentar no molestar al vecino con mis acciones, estar dispuestos a sorprendernos con lo distinto, valorar que al frente mío haya un tipo solo con su guitarra, intentando transmitir algo. “Calidad” podría ser algo tan sencillo como escuchar en silencio una canción. En el fondo, quienes nos emocionamos con Cabrera (o con cualquier cosa) pensamos que cualquiera que le preste suficiente atención puede, a través de esa emoción, vivir una experiencia valiosa.
“Él sabía a lo que venía”, me dijo un tipo que al parecer tenía que ver con la producción, en una variante apenas más sutil de “para eso le estamos pagando”. O.K, venía a un bar, no a un teatro. ¿Es mucho pedirle al bar que le advierta a los comensales de las mesas más cercanas al escenario que ahí va a cantar alguien, habiendo mesas vacías en otros sectores del mismo bar? ¿Qué, durante el recital, cierre las puertas de las otras secciones, para que no se escuche el griterío y se deje de pasear la gente contestando el celular a un par de metros del cantante? “El lunes te deposito, culiao”, se escuchó claramente al mismo tiempo que la canción decía “no hay tiempo, no hay hora, no hay reloj”.
"Estoy pagando", me respondió. Esa es la ética que justifica el atropello. El “estoy pagando, por lo tanto puedo hacer lo que quiero” rima muy bien con el igualmente pernicioso “No me pagan para eso”, como respuesta a cualquier esfuerzo adicional. Esa forma de pensar está detrás, por ejemplo, de nuestra incapacidad cívica de tener un debate político razonable más allá del Porsche de Parisi.
Aunque lo mismo sería si se tratara de un principiante, el hecho de la causa es que Fernando Cabrera es un cantante legendario en Uruguay (su primer disco es de hace 32 años), y que sus mejores canciones juegan en la misma liga que las de Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, Víctor Jara o Atahualpa Yupanqui. La sensación es que anoche a ninguno de ellos los hubieran escuchado. Estaban demasiado ocupados escuchándose a sí mismos.
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vasilia
¿Y ese es el problema?
No, es el hecho de que vas a un bar y tienes que lidiar con unos gritones que no se callan ni siquiera para oir a un artista. No importa si es Cabrera o si fuera Pablo Milanes, da lo mismo, esa gente no se calla. Porque paga, ellos pagan para ir a un bar a gritar, como si estuvieran en el estadio. Todos nos tenemos que enterar lo que hablan porque es superinteresante aunque esten hablando de lo que comieron en la mañana.
Es la groseria el problema, la groseria endemica de las personas que solo se escuchan ellas, a nadie mas. Esa gente habla a gritos en todos lados: cuando va en el metro, cuando esta en la calle, en un bar, en el banco. Los que odio son esos flaites que van escuchando musica sin fonos, para que todos nos enteremos que les encanta el reggeton, y mas encima reciben una llamada y en vez de apagar su musiquita contestan y hablan a gritos porque claro, les molesta el ruido del metro y de la gente, no el ruido de su musiquita y de su voz. Es una actitud que han agarrado algunos incultos e incivilizados, y mas encima tienen la desfachatez de enojarse cuando uno se las critica.
Cuando sales fuera de tu casa, tienes que ser respetuoso, con todas las personas, porque los demas no tenemos por que soportar que en tu casa seas un troglodita.
phidalgo
Hola Kekeas: En 32 años de carrera artística, Cabrera ha venido en dos oportunidades a Chile. A lo mejor es un alcance de nombre
Arturo Ruiz
¿Dónde queda el Liguria?
Marycruz Larrea.
Es una muy triste realidad, y los políticos no tienen ningún interés en corregir nuestros malos habitos actuales……
carlos.m.martinez.92
Cuando era pequeño y andaba con mi mamá en bus o micro, si aparecía una señora mayor o un señor mayor o una mujer, tenía que tener la habilidad de pararme como un resorte y ofrecer mi asiento antes que mi mamá se diera cuenta y de un coscacho me hiciera pararme ya que era algo ya enseñado…. Hoy veo como las mamás pelean con otras personas defendiendo el asiento donde van los niños sentados porque «el niño pagó su pasaje»…. De ahí para arriba, ya no hay mucho que opinar sobre la sociedad que tenemos…. escuchar un cantante en el Liguria…ciencia ficción.
jorgebarahona
«Estos los destacagados programados, programadores de agravios que con balidos de pólvora tumban y tumban sin tumba. Para salir del agravio de que no seamos hoy día se requiere agricultura de una real Demogracia. El estado del humano en el sepultado estado en que está cualquier estado está en deplorable estado.»
Roberto Matta
Felipe Roco Figueroa
Burguesones eso es lo que son!! Y la falsa chilenidad representada por ese local.
cindy-iriarte
Creo que le pides más de lo que es al bar. El Liguria se caracteriza por una buena comida y tragos, en ningún caso es una «picada» por cierto, pero hay que tener muy claro que no es un lugar para la intelectualidad y ninguna expresión artística, nunca lo ha sido aunque lo vendan como tal. Espero que Fernando Cabrera haya podido tocar en lugares apropiados durante su visita, especialmente por sus seguidores para que lo puedan apreciar en su justa dimensión, porque ir a ver a un artista al Liguria es como ir a descansar al litoral en época estival. Muy mal enfocado.
Ignacio Gutierrez
El Liguria quieran o no, es un Bar «ambientado en una onda izquierdista» pero es solo una fachada, porque el publico que asiste es mayoritariamente gente cargadita al lado derecho de la vida. No me sorprende la situación ocurrida, es una desgracia de todos modos la falta de respeto.
natborquez
gente esnob y arribista…
Sebastián Ortega Mórtola
Claramente es un fanático del artista. Por lo tanto es difícil tu objetividad. Eso de Parisi me pareció una extrapolación absurda. El que se equivocó no fue la persona que quería ir a tomar y conversar a un bar. Creo que fue el músico que no se presentó donde le correspondía.
Marcela Arredondo
Todo mi apoyo para Patricio Hidalgo un abrazo.
Carlos Miranda
«NO DES PERLAS A LOS CHANCHOS»
Lastima por ti, porque la verdad da verguenza ajena…
Osvaldo Andrés
Es un bar, tu vas a un bar a conversar, si hay alguien tocando, claro, muestras respeto pero uno no fue a un teatro, es normal que se hable, se conteste un celular, se escuche una risa.
Muy distinto es si te avisan antes (días antes) que hay un show, que hay que guardar respeto y que el bar se convierte en una especie de teatro.
Además, yo estuve ese día ahí y no hubo tal grado de bulla.
Carlos Bravo
Pero si la gente va a un restauran no a un recital…distinto seria si fueses al Teatro y te pusieras a hablar…un artista debería saber que un restauran no es el mejor escenario. Aunque sea lo que haya.
Bruno Martinelli
En Uruguay también pasa, aunque por suerte a Cabrera, 32 años después de su primer disco, se lo está empezando a colocar en el lugar que merece. Los receptores esquivos y egotistas, no saben lo que se pierden, aunque por lo común no suelen darle importancia a lo que ignoran, a menos que ello les haga perder dinero.
Muy buena nota y muy buena e indignada prosa.
phidalgo
Sigo la discusión con mucha atención, me gustaría referirme a todos los comentarios, pero nuevamente, por defecto, voy sólo a los comentarios críticos, agradeciendo los otros:
1) Es absurdo sostener que por el hecho de ser fanático de Cabrera no tengo capacidad suficiente como para distinguir cuando en un lugar se está faltando el respeto. Dicha objetividad, supuesto que exista, debe estar reservada a unos pocos iluminados. Todos hablamos desde nuestra escala de valores, estilos y afectos. Es mucho más honesto partir reconociendo desde dónde se está hablando que presumir de estar mirando las cosas desde arriba. Parte de las cosas criticables de nuestra actual discusión pública es que quienes intervienen presumen de no venir de ninguna parte. Así que de nuevo: a mí me gusta Cabrera y no me gusta la gente que grita a todo pulmón mientras otro canta, especialmente si los tópicos son plata, nombres propios de supuestos amigos famosos y silbidos al mozo.
2) El recital de Cabrera estaba anunciado hace meses. Así que no fue una «interrupción no programada en el bar». Esa misma persona comentó que le parecía «normal que alguien contestara el teléfono cuando alguien canta». Ahí radica nuestra diferencia principal: a mí eso no me parece normal y me indigna. Por eso debe ser que esa persona encontró que «no había tanto bullicio».
3) En la columna digo que un bar no es igual a un teatro. A lo que apunto es a medidas mínimas de decoro incluso en un bar, que detalló en la misma columna. Por lo mismo, no es que uno esté pidiendo que las mesas se comporten como en la opera. Lo que se pide es un mínimo de respeto. Nada más. No porque sea un bar quedan clausuradas las normas de convivencia.
Guillermo Cuenta
Creo que la mayorìa de los comentarios, muy respetables todos, destilan hiel y soberbia por donde se les lea. El Liguria es un lugar de primer nivel, con un respeto hacia los Artistas que ya quisieran varios que se dicen promotores de espectàculos.
Los Tres y Electrodomèsticos?
Los Tres no tocan ahì hace años.
Y que ? Por ahì han desfilado y desfilan muchos artistas de todo tipo.
Yo vi a Jorge Gonzalez mantener al pùblico en un silencio cuasi de iglesia cuando presentò Libro en un show ìntimo.
Creo que es MUY injusto el tono del comentario, y en definitiva, vàlido porque TODAS las opiniones lo son.
Pero pretender que alguien escuche a Cabrera, que es un gran artista de culto en su propia tierra, en un Restoràn en donde la gente si bien tiene generalmente buen nivel, no tiene idea de quièn es, es un poquito arrogante de màs.
En fin….solo una opiniòn.
Por mi parte, larga vida al Liguria.
Santiago serìa bastante mas pobre sin èl.
phidalgo
Hola Guillermo: El problema ocurre, precisamente, cuando el cantante es poco conocido. Escuchar en silencio cuando fuiste a eso es lo esperable, sobre todo si todos están en lo mismo. El matiz es cuando algunos están interesados y otros no, y se refiere a la actitud de los no interesados. Sobre el «primer nivel» del Liguria: yo vi cuando Cabrera tuvo que parar una canción a la mitad porque en la primera mesa frente a él gritaban de una esquina a otra. ¿No incluye el «primer nivel» preocuparse de que en esa mesa hayan seguidores del cantante?
Guillermo Cuenta
Sin que esto implique que està bien que la gente, sea en el Liguria o en McDonalds, le falte el respeto al Artista.
Por las dudas.
Lamentablemente el Liguria atrae a este tipo de wannabes que se sienten parte de algo por su sola presencia en el lugar.
Pero me parece que de eso no es culpable el Liguria.
O si?
kekeas
creo que el problema lo tienes tú.
fernando cabrera toca en muchas partes donde hay un público respetuoso. y tú vas a verlo cuando toca en el liguria…