Resulta que uno piensa que se van a poner las pilas. La importancia de la lectura y del fomento lector parece estar siendo realmente tomada en cuenta en las políticas públicas de nuestro curioso país (aunque eso haya sido sólo después de aparecer en los tristes últimos puestos de comprensión lectora de los rankings latinoamericanos: nuestro país reacciona con más urgencia por rankings que por terremotos).
Entonces uno, ciudadano común y corriente, ve que la gente se empieza a llenar la boca con el fomento lector y dice, bah, benditos rankings, parece que ahora sí que le vamos a dar a la literatura y a la lectura en general el sitial que se merece. Pobres e ingenuas aves.
No quisiera pensar que hay mala intención. De verdad, no lo creo. Pero sí hay una altura de miras irrisoria, hay gente inepta decidiendo cosas y eso, como siempre, es terrible.
¿Por qué, don joven e inexperto columnista, por qué dice usted eso?
No, es que usted no me va a creer. Dígame nomás, que pa’ eso lo estoy leyendo. A ver, le pregunto a usted primero: ¿Qué entiende por fomento lector? Fomento lectooor… fomento lectooor… bueno, me imagino que es motivar y fomentar la lectura de libros. ¡Correcto, señor! ¿Y qué más? Ehmm, supongo que ese fomento va dirigido principalmente a los niños, porque el resto de los mortales como que si no leyeron nunca, no van a empezar ahora. Sí, tiene razón, el fomento lector es sobre todo para los más chicos, que todavía tienen oportunidad de convertirse en lectores. Aunque también se hacen esfuerzos para que los adultos lean, no lo vamos a desconocer.
¿Y en Chile se hace suficiente fomento lector, don columnista, qué cree usted? Así como suficiente-suficiente no, pero a mí me parece que vamos bien. Digo, que está en el debate público, que hay fundaciones dedicadas a eso, que es un TEMA, en definitiva. Incluso hay un Plan Nacional de Fomento de la Lectura, que se llama Lee Chile Lee, fíjese. Ah, pero eso está muy bien. ¿Y entonces por qué trata de ineptos a los que la llevan? ¡No sea así, respete! Quisiera hacerlo, don lector, pero primero tendríamos que definir qué es la lectura. Yo pienso como usted, pero me parece que allá arriba no piensan lo mismo. Explíquese que no le entiendo. Me explico, don lector, aunque no le hace falta más que darse una vuelta por cualquier biblioteca infantil y comprenderá solo. O tal vez no comprenda nada y en ese caso será mejor que se vaya a trabajar en políticas públicas.
Hubo un tiempo en que los libros para niños (o la mal llamada “Literatura infantil”) no tenían ilustraciones ni dibujos. A veces ni siquiera estaban escritos, sino que sólo eran escuchados por los pequeños de la casa de boca de sus padres o abuelos. Todo el mundo sabe que los niños entran con facilidad en las historias narradas oralmente, desde el principio de la humanidad. También lo hacían en esas historias escritas que, a veces, había en las casas, aunque eran pocas. Pero después, don lector, después llegó la televisión y las historias pasaron a verse reproducidas en movimiento, con imágenes y todo, hasta en colores. ¿Cómo competir contra eso? No se les ocurrió nada mejor que empezar a dibujar en los libros, para así parecerse un poco más a la televisión. Aun así la competencia era dura. Ilustraron e ilustraron.
Algún niño (mi padre, por lo menos, pero supongo que deben haber habido más) quiso reclamar: a él le gustaba imaginar las cosas que pasaban en los libros, no que le dibujaran todo. Él se imaginaba a ese hombre como un gordo con barba y camisa de granjero, y a la página siguiente el hombre era un flacucho esmirriado y lampiño. Touché, doña imaginación, aquí manda el discurso oficial, manda lo que se le ocurrió al ilustrador y usted, don niño, olvídese de su gordo con barba porque no existe. ¿Resultado? Un gordo asesinado. La imaginación de un niño asesinada.
Podríamos pensar que era imposible empeorar las cosas, pero no. Las generaciones pasaron y luego solamente hubo niños que desde siempre tuvieron libros con ilustraciones. En la escuela, los obligaron a leerlos (otra genialidad de las políticas educativas, obligar a leer), y puede que hasta les hayan gustado. Pero crecieron y los siguieron obligando a leer: cada vez que arrendaban el libro que tocaba, lo abrían para revisar todos los dibujitos primero y contar cuántas páginas de lectura se AHORRABAN gracias al pincel del ilustrador (si se sintió identificado no se sienta mal, es una realidad). En algún momento, posiblemente hacia 6to. básico, los libros dejaron de tener ilustraciones. Ergo, los niños dejaron de leer. Lea sino el estudio de Fundación La Fuente sobre la edad en que los niños dejan de leer y verá qué sorprendente es que coincida con la edad en que los libros dejan de tener dibujitos. La imaginación perdía 6-0, 6-0 y apenas empezaba el tercer set.
Alguien pudo darse cuenta y detener el caos: ¡a nadie le interesaba ya leer, sino sólo ver dibujos! Es decir, la misma lógica que la tele: es entretenida porque no hay que hacer grandes esfuerzos, porque no hay que juntar palabras para entender significados, simplemente hay que mirarla hasta que alguien la apague y nos demos cuenta de que seguimos vivos en el mundo. Como la televisión iba ganando, entonces la empezamos a imitar.
Así que no, nadie detuvo el caos. Y le diré más, aunque puede que usted ni siquiera me crea. De un tiempo a esta parte, los libros para niños son… ILUSTRACIONES con una línea de palabras cada dos páginas. Se lo prometo. Pero le juro que es verdad. Vaya, vaya a la Biblioteca de Santiago a ver los libros infantiles y créame, que no le miento. Ilustraciones preciosas de dos planas con cinco palabras escritas abajito, a la izquierda. El libro completo puede tener unas cuarenta palabras, si es más o menos largo. Cuarenta palabras. Piense lo agotados que quedaran esos niños leyendo los cuentos de Santiago en Cien Palabras cuando anden en metro. Cien palabras seguidas, con una pura ilustración. Es criminal.
Hay que decir que apareció hace poco un nuevo formato llamado “Libro-álbum”. Está basado en la ilustración, claro, y tiene muy poco texto, pero a veces texto e imagen se complementan, de modo que uno es incomprensible sin el otro. No me gustan tampoco los libros-álbum, pero al menos hacen pensar un poco a los niños. Todo el mundo los ama, lo sé. Pero cuidado, que eso no es fomento lector. Es fomento “perceptor”, si se quiere, pero un adicto a los libros-álbum no se va a poner a leer a Borges pasados los años. Al menos no por ese camino. Yo no digo que se eliminen los libros-álbum ni critico el bello trabajo de los ilustradores.
Sólo digo que están trabajando en el recipiente equivocado. Un buen libro-álbum sería perfecto para ser trabajado en el ramo de Artes Plásticas, pero no tiene nada que hacer en Lenguaje y Comunicación. Porque no es fomento lector. Eso es lo que nadie parece entender.
Pero eso no es todo. Le cuento algo: pensando en todos estos temas decidí entrar al Diplomado en Fomento de la Lectura y Literatura Infantil y Juvenil, de la Universidad Católica y la Fundación La Fuente. Sí, era bueno saber más, ver cómo se estaban enfrentando estos problemas que le comento en la alta academia. Y durante una jornada presencial, la directora del diplomado nos quiso invitar a escuchar un cuento. Y apretó play y en el proyector apareció un libro para niños en su versión para iPod y Tablet.
Por eso no hay ningún plan de fomento lector que sirva si este es el camino. Yo me pregunto: ¿por qué ponerle colores a la palabra, si la palabra ya contiene todos los colores? Y me respondo, solo, triste: porque, en realidad, ya nadie cree en la palabra. Usted gana, doña TV.
Un cuento cuyas páginas avanzan si se hace click, y donde los monstruos se tiraban peos verdes si se hacía doble click. Y entonces comprendí que estamos fritos, don lector: la literatura se va a parecer cada vez más a la televisión. Nos mostraron eso en el diplomado patrocinado por una de las fundaciones más serias de fomento lector y por una de las dos mejores universidades de Chile. A ese nivel. Y todo el mundo lo encontró la raja. Dijeron que así se acercaba a los niños a la lectura. ¿Pero de qué lectura hablaban, si no había nada que leer?
Así está el mundo y las cosas, y se llenan la boca con su fomento lector inútil. Inútil porque hay de todo, menos lectura. ¿Soluciones? Yo no veo ninguna mientras se siga avanzando en este camino tan equivocado. Pensaba que tal vez hay que empezar a ponerle dibujitos a los libros de Bolaño, de García Márquez, de Proust. Digo, para que algún día alguien los lea. Así como va la cosa no veo más soluciones. Pienso también que el daño es tan profundo que deberíamos regresar a la narración oral, a los cuentacuentos. Yo mismo me dedico a eso, y mucha gente lo está haciendo. ¿Pero qué pasa?
Que muchos de los narradores actuales hacen sus presentaciones disfrazados y con amplia utilización de objetos, lo cual, supuestamente, es más atractivo para los niños (con lo cual yo estoy en franco desacuerdo). De modo que pasa lo mismo: los niños no pueden imaginar nada de lo que le cuentan, porque ahí está el paraguas amarillo, porque ahí está esa máscara que me dice cómo era el personaje, porque además me desconcentro mirando el disfraz de ratoncito del cuentacuentos que además me habla como si yo fuera idiota y pone diminutivos en todas sus palabras.
¿Por qué hacen todo eso? Yo pienso que es porque no creen que los vayan a tomar en cuenta si no se disfrazan, sino utilizan la imagen, así como en los libros para niños. Creen que ellos – los niños – son tan tontos que sólo les gusta la televisión, por lo que no hay más opciones: hay que tratar de parecerse a ella, a su majestad la tele, y por eso hemos llegado ya a hacer libros de cuentos que funcionan con clicks, y por eso se disfrazan los cuentacuentos y utilizan objetos y hablan como si fueran retrasados, ellos y su público.
Porque no creen, realmente, en los niños.
Por eso no hay ningún plan de fomento lector que sirva si este es el camino. Yo me pregunto: ¿por qué ponerle colores a la palabra, si la palabra ya contiene todos los colores?
Y me respondo, solo, triste: porque, en realidad, ya nadie cree en la palabra. Por eso la disfrazan y la esconden. y/o retiro de la imaginación por lesión crónica.
Usted gana, doña TV.
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Foto: santinet / Licencia CC
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pavidonavido
No le voy a decir al columnista que el primer libro pensado, editado y publicado especialmente para niños se llamaba Orbis sensualium pictus (El mundo en imagenes); tampoco que su autor, Jean Amos Comenius, pensaba que «las imágenes son la forma más inteligible que tienen los niños de comprender el mundo»; menos aún que el libro fue publicado en lo que ahora es la República Checa en 1658 (unos doscientos cincuenta años antes de que hubiera televisión). Para qué seguir diciéndole, por ejemplo, que cuando Donde viven los monstruos del estadounidense Maurice Sendak se popularizó, la televisión no era tan omnipresente en los hogares de Latinoamérica como lo es ahora, ¿o me dirá que para 1963 cada chileno tenía ya su propia tv?
Caso no tiene remitirlo a los libros de Anthony Browne, corre el riesgo de pensar que las imágenes no pueden ser detonadoras de imaginación y creatividad del lector.
Tampoco le sugeriré que busque los libros de Chris van Allsburg, vaya a pensar que se hicieron por las películas… y no al revés.
Y bueno, que ni se le ocurra mirar algo de Isol, será que se le haga tan extraño que los libros puedan tener dos estructuras de lectura.
¿Jairo Buitrago y Rafael Yockteng? ¡Ay, no! Los temas complejos no pueden aparecer en las imágenes que entorpecen el ejercicio lector.
¿Shaun Tan? ¿Kveta Pakovska? ¿Leo Lionni?¿Roberto Innocenti? ¡Ni se les ocurra! ¿Qué tal que los lectores entran en contacto con estéticas contemporáneas, posmodernas, mejor que sigan leyendo en puras letras a Jorge Bucay, Carreño y a Ripalda. ¡Sí!
Francisca Santibáñez
Creo, con todo el respeto que me merece, que ha sido enormemente irresponsable al dar opiniones tan radicales con fundamentos tan inconsistentes, sentí mucho pudor cuando lo leí, quizás sea vergüenza ajena. No quiero ofenderlo, no me malentienda.
Le contaré, con toda humildad, cuál es mi opinión al respecto. Leí todos los comentarios que le hicieron y, francamente, hay varios que son muy lúcidos. Rescataré algunos de esos argumentos.
Primero: tal como ya dijeron, la lectura es la decodificación de un mensaje construido en algún código, por lo tanto, si usted cree que leer es exclusivamente juntar palabra, está perdido. Los libros ilustrados son más viejos que el hilo negro, desde antes de que existiera la televisión, que pena que opine sobre ellos sin averiguar un poco. En cuanto a los libros álbum, creo que son un excelente acierto. La comunicación es algo muy complejo, imágenes y sonidos se complementan y no sólo hablo de dibujos y de canciones ¿o usted conoce alguna palabra que no posea sonido o que no tenga una imagen? Es así de sencillo.
Sabemos que las personas -y maravillosamente los niños y niñas, que están llenos de curiosidad y ganas de descubrir el mundo- aprenden a través de la experiencia. Eso buscan muchas veces los programas de fomento lector: la experiencia de visitar la biblioteca, de escoger un libro entre miles, de sentarse a ver teatro. Lo importante es que sea una experiencia satisfactoria, entonces es muy probable que los niños y niñas que leen a Isol, leerán a Borges y los niños y niñas que fueron a ver la obra de teatro de Monster High, terminarán por ver a Shakespeare algún día. No comparto la opinión de quien sataniza el hecho de que se haya exhibido una obra sobre Monster High en la Biblioteca de Santiago, creo que esa persona peca de conservadora y, peor aún, atenta sobre el principio democrático que está en las bases de las bibliotecas públicas de nuestro país. Los libros también los escogen a partir de esta premisa: cada uno es libre de escoger qué es lo que quiere leer. Por fin no hablamos de la porquería de “eres libre de escoger si usar Sedal o Pantene”, esto sí es escoger, eres libre de consumir el producto cultural que más te motive, porque de eso también se trata el aprendizaje: de motivación. Pronto esa persona adquiere el hábito de ir al teatro y no se negará a entrar si la obra ya no se trata de Monster High.
Segundo: ¿En serio citó un estudio de la Fundación La Fuente para después decirme que están mal enfocados? Jajajjajajaj, disculpe. Y con esa facilidad que relaciona la pérdida de la práctica lectora con la desaparición de las ilustraciones en los libros ¿Así de fácil? ¿Me quiere tomar el pelo? Bueno, aquí va mi tesis: los niños y niñas dejan de leer porque la educación de nuestro país es pésima. Se lo digo con conocimiento de causa, soy profesora, y a medida que pasan los años más me decepciono del sistema. Las escuelas, colegios y liceos son lugares construidos para fomentar el aprendizaje, pero déjeme decirle que estoy segura de que en esos lugares, el aprendizaje es lo que menos importa. Lo que importa es el papeleo, las planificaciones, las pruebas, las guías, las actas y los libros de clases. En los colegios particulares subvencionados lo que más interesa es la asistencia. A muchas autoridades sin criterio lo que más les importa es que los niños estén sentados y callados, lo que me parece una tortura, una muerte segura, el primer paso para asesinar el espíritu de niños y niñas, sus ganas de crear, de descubrir. “Las escuelas matan la creatividad” dice Ken Robinson y ¿Por qué los niños dejan de leer? Elemental, porque según nuestra legislación, están obligados a asistir a la escuela.
Rodrigo
¿Acaso las imágenes no se leen? Me parece que caes en el error de sobrevalorar la palabra escrita por sobre otro tipo de discursos presentes en la sociedad. En la sociedad actual, donde lo visual predomina en muchos aspectos, me parece fundamental que se enseñe a interpretar imágenes.
Saludos.
Emanuel
Al parecer, y en resumen, si Don Andrés no «se pone las pilas», seguirá viendo «sombreros» donde no los hay.
pd: Lo mejor de la columna fue leer los comentarios! gracias a uds
Guiomar
La imagen y la palabra en los cuentos para niños,forman un universo inmenso,donde la imaginación y la fantasía se manifiesta en plenitud.El niño ama las imágenes,que ha su ves,tienen un contenido al igual que la palabra,Yo soy escritora de cuentos infantiles,y mis historias las imagino conjuntamente con la imagen.
Si,han cambiado los tiempos,nunca puede mantenerse algo como una constante,estamos siempre en cambio!
Natalia Tamayo
He estado pensando desde esta mañana que leí tu columna, Andrés y la verdad es que en mí si que has fomentado la lectura. He disfrutado tanto creo, por tu capacidad de inspirar tantos y tan buenos análisis. Agradezco especialmente a Orlando Fénix, a Carolina Vega, a Marco Rauch a Isabel Molina, Pablo E, Alex Pelayo, aunque creo que en lugar de ¨tirar dardos a la diana equivocada¨ los tiras hacia ninguna parte. Todas estas aportaciones enseñan algo, están mejor escritas y proponen una buena reflexión. Ojalá tengas a bien leerlas, especialmente la de Isabel Molina sobre todo por una cuestión de ética. Creo que una buena lectura, me refiero a una lectura libre de prejuicios, de fundamentalismos curiosos y de rabias retenidas, te puede enriquecer bastante. Al análisis sobre tu columna no hace falta ya decir nada más pues lo han hecho maravillosamente las personas antes citadas. Solo agregaría una cosa: tú que tanto interés tienes en las palabras, averigua lo que significa la expresión colombiana ¨no dar papaya¨.
Cristian Toro
Se ilustran textos desde los inicios de la imprenta y claramente la televisión no se inventó en 1500 . Además las aplicaciones narrativas nuevos medios tiene mayor símil con el teatro, títeres y otras artes escénicas-temporales, pero desde un paradigma actual que considera las TICs. No pondré en duda el valor de la palabra y todo el potencial que nos permite entregarnos a grandes sábanas de texto de calidad, pero tu perspectiva es demasiado reduccionista al cargar con tanta responsabilidad de entregar información y mantener tradiciones narrativas en una visión romántica que tienes de la lectura. Te recomiendo no obsesionare con medios y enfocar tu observación y crítica a la calidad de los contenidos en el contexto que se aplican.
slds
María de los ángeles
¡Tremendamente adultocentrista tu columna, Andrés!
Los niños y las niñas en su diversidad de intereses, motivaciones y gustos, deben encontrar un universo lleno de opciones temáticas y de distintos formatos y soportes, en la Literatura. Asimismo en el mundo de la narración oral. La Literatura debe responder a la diversidad constitutiva de nuestra sociedad.
Creer en los niños/as es mostrarles opciones y que ellos elijan libros según sus intereses, inquietudes y gustos. Creer en ellos es narrarles en voz alta considerando que pueden disfrutarlo o no. . Ellos pueden decidir aquello que forma parte de su cultura y que no. Lo importante es que existan posibilidades para ellos/as porque te aseguro, nunca matarás su imaginación si hay más de un tipo de literatura y más de una forma de contar cuentos, para ellos y ellas.
Y sobre tu teoría cargada de soberbia acerca de que un adicto a los libro – álbum no se va a poner a leer a Borges pasado los años,
sinceramente abajo de tu Olimpo, pasa justamente lo contrario.
Por otra parte, te cito:
«y utilizan objetos y hablan como si fueran retrasados, ellos y su público.»
mi gran sorpresa y decepción al encontrarme con «retrasados» dentro de tus palabras. Considero que es absolutamente despectivo y discriminatorio el trato que le das a esa palabra.
Saludos
PD: los comentarios que hay en esta columna, son por lejos lo más rescatable.
Natalia Tamayo
Y siguen saliendo comentarios verdaderamente válidos, muchas gracias a todos. Al final, ha valido la pena leerlo.
paolo
Estando de acuerdo con que es importante que en una novela o un cuento la ilustración sea un acompañante y no el plato de fondo, pienso que esa conocida sobrevaloración de la palabra escrita que suelen tener los escritores no tiene mucho que ver con la realidad, nunca en la historia la palabra escrita había estado mas sobrevalorada, léase, hoy en día todo el mundo habla por chat, escribe, se comunica y lee por internet, incluso casi no se habla por teléfono o en persona. Eso lleva a un cierto olvido y empobrecimiento de lo oral, del sonido en la propia conversación, y nunca la gente ha hablado más pobremente que ahora. Riqueza linguistica también tiene que ver con el fonema, no solo con el grafema, con lo coloquial y lo gestual. A pesar de todo sigo estando de acuerdo con que, si se trata de una novela o una narración, hay que respetar el valor del texto, sólo que hay mucho de lugar común en la sobrevaloración de lo escrito por sobre otro tipo de lenguajes, que apuesto tampoco le hacen bien a la palabra o al lenguaje en sí mismo.
Vivo lejos
Yo les puedo comentar sobre mi experiencia en Nueva Zelanda con los libros infantiles. Aquí les leemos a los niños desde que son bebés. Se nos alienta a hacerlo desde así de temprano sobre la base de que aunque el bebé no comprenda lo que leemos, aún así se está familiarizando con la fonología de su lengua. Los libros infantiles de acá son todos ilustrados maravillosamente, lo cual es fantástico porque invita al niño a involucrarse aún más con la historia. Si ya están conversando (tipo 2.5 a 3 años) les puedes mostrar la ilustración y hacer alguna pregunta que le permita realizar inferencias antes de empezar a leer el cuento. Una pregunta tan simple sobre la portada, como por ejemplo, «¿Qué es esto?», hará que el niño active su conocimiento base del mundo antes de que nos embarquemos en la lectura.
Los libros infantiles de 2 líneas por páginas son para niños de hasta 2 años más o menos. De 2 años y medio en adelante ya estamos leyéndoles libros con al menos 1 párrafo por página y aún son hermosamente ilustrados. Si los libros que el autor vio en la biblioteca en Chile tienen una línea por página y son sugeridos para una edad de 2 años no habría de qué preocuparse. Además, que independientemente de la extensión del texto escrito, puedes hablar todo lo que quieras con tus hijos sobre los personajes y situaciones ilustradas en el libro. Y allí tenemos un SIN FIN de palabras. Ahora, si tales libros son sugeridos para niños de 4 años, ahí me preocuparía porque a esa edad la capacidad de concentración y atención del niño debería ser tal que el pueda enganchar pacientemente con el texto. Aquí los niños entran a primero básico a los 5 años y a esa edad ya les han leído una cantidad inimaginable de cuentos.
En resúmen, la imagen no quita. BIEN UTILIZADA es un valor agregado a la lectura, a la imaginación y a las habilidades conversacionales del niño.
Felipe
Hay un dicho que dice
«Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación»
Creo que es urgente extender el concepto de la lectura, sacarlo del contexto de las letras, y de las palabras, llevarlo a las imágenes, a los gestos, a todas las expresiones artísticas.
LEER ES COMPRENDER,
Leo cada vez que comprendo lo se expresa. Así es como puedo leer un cuadro, en un libro, un gráfico o un vídeo.
Situar el fomento lector en la decodificación de un texto escrito es un reduccionismo innecesario, e inapropiado para esta época.
Vivo Lejos
Exacto Felipe, además hoy en día los textos son multimodales en internet. Tienes imagen, texto, sonido, etc. e incluso la ubicación/distribución de esos «recursos» en la página comunica algo. LEER es un concepto muy rico y es limitante quedarse en viejos dogmatismos.
Alejandra Pinto
El argumento tenía pinta de sólido hasta que me acordé de la edición de Alicia en el País de las Maravillas, lleno de dibujitos, en 1865 antes de la televisión. Y no.
Orlando Fénix
Hay varios errores de enfoque en el columnista, por sólo tocar algunos: 1. El libro para niños nació ilustrado, nació en Inglaterra y desde el comienzo fue libro ilustrado. En este momento la lectura sigue teniendo mayor presencia social como prática en Inglaterra que en Chile o en Colombia. O sea que «los dibujitos» no fueron un obstáculo para que la lectura como parte de la vida cotidiana avanzara en Inglaterra. 2. No es cierto que si una persona llega a la experiencia de la lectura a través de los libros ilustrados automáticamente le va a gustar más la televisión que los libros de sólo texto. Hay que leer las investigaciones de Michel Peroni donde muestra como las personas varían sus gustos lectores a lo largo de su vida, eso incluye cambio en los géneros, tipo de libros, tipo de soportes, etc. Yo me inicié en la lectura leyendo Kalimán, Batman, Santo El enmascarado de plata, Juan sin miedo, El Valiente, Arandú, etc. y viendo televisión horas y horas diarias…y eso jamás impidió que luego me interesara por los libros sin «dibujitos» y por la sociología, la política etc. 3. Hay que ver el enfoque de Teresa Durán para entender lo absurdo de quienes, como este columnista, dicen que las imágenes bloquean la imaginación. «Imaginar» viene de IMAGEN, entonces ¿cómo va a bloquear una imagen la imaginación? Eso es como decir que escuchar música impide que hagamos nuestra propia música. 4. Cuando un texto es bueno no hay «dibujitos» que lo opaquen, cuando un texto es bueno no hay «dibujitos» que logren distraer al lector ni robarse el show. Si la ilustración se roba el show es porque el texto es bastante malo. Ni el mejor ilustrador del mundo al ponerle «dibujitos» a Cien años de soledad lograría que el lector abandonara el texto y se dedicara sólo a ver las ilustraciones.