Las universidades, a menudo llamadas las “torres de marfil” del conocimiento, enfrentan una crítica válida: han fallado en vincularse efectivamente con la comunidad para difundir sus avances científicos y tecnológicos. Aunque el progreso académico está bien documentado en papers y conferencias especializadas, la falta de accesibilidad a esta información perpetúa una brecha profunda entre la academia y la sociedad. Este aislamiento contradice la esencia misma de la universidad: ser un espacio universal de generación y transmisión de conocimiento, abierto y en diálogo con su entorno.
Históricamente, las universidades han sido vistas como los grandes bastiones de sabiduría, motores de innovación y guardianes del pensamiento crítico. Han contribuido significativamente al progreso de la humanidad, liderando avances en áreas como la medicina, la tecnología y las ciencias sociales. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, su relevancia parece limitada por un modelo que privilegia la comunicación exclusiva entre especialistas, dejando fuera a la mayoría de la población. Este enfoque no solo restringe el impacto social de los avances científicos, sino que también genera una desconexión preocupante entre el conocimiento académico y los desafíos reales que enfrenta la humanidad.
En un mundo donde la comunicación está mediada por redes sociales y el acceso a la información es inmediato, la academia necesita un cambio de paradigma. Ya no basta con producir conocimiento; es crucial que este llegue a las personas de forma comprensible y práctica. El modelo tradicional, que prioriza la escritura técnica y cerrada, debe evolucionar hacia estrategias que simplifiquen, sin trivializar, los avances científicos y tecnológicos.
El aislamiento académico: un problema persistente
Este aislamiento no es nuevo. Durante siglos, la academia ha sido criticada por su falta de apertura. El término «torre de marfil» no es casualidad; describe un espacio apartado, inaccesible para el común de las personas. En el pasado, esta desconexión podía justificarse por las limitaciones tecnológicas y logísticas, pero en la actualidad, con la proliferación de herramientas digitales, resulta inexcusable.
La consecuencia más visible de este aislamiento es la pérdida de oportunidades para que los avances científicos tengan un impacto directo en la vida cotidiana. Por ejemplo, investigaciones sobre sostenibilidad o salud pública, que podrían transformar comunidades enteras, a menudo quedan relegadas a publicaciones académicas que solo unos pocos especialistas leen. Este problema no solo frena la aplicación práctica del conocimiento, sino que también refuerza la percepción de que la academia es un espacio elitista y desconectado de la realidad.
Además, la desconexión tiene un costo político y social. Una sociedad que no entiende ni valora la ciencia es más vulnerable a la desinformación, a la pseudociencia y a decisiones basadas en emociones o ideologías en lugar de hechos. Por ello, la misión de acercar la academia a la sociedad no es solo una cuestión de prestigio o relevancia, sino de responsabilidad social.
La oportunidad en las redes sociales
Las redes sociales son una herramienta poderosa para democratizar el conocimiento. Figuras como Teresa Paneque han demostrado que es posible traducir conceptos complejos de la astronomía en un lenguaje cotidiano, generando interés genuino en el público general. Este enfoque no solo acerca a las personas a la ciencia, sino que también fortalece la legitimidad social de la investigación, mostrando que esta tiene un impacto directo en nuestras vidas.
Paneque no está sola. Científicos como Neil deGrasse Tyson y, en su tiempo, Carl Sagan, han demostrado cómo el poder de la narración puede conectar con la curiosidad humana. Sus presentaciones, libros y documentales han logrado captar la atención de millones, haciendo que temas como el cosmos, la evolución o el cambio climático se conviertan en conversaciones comunes.
En el ámbito hispanohablante, divulgadores como Javier Santaolalla y Clara Grima también han utilizado plataformas como YouTube, Instagram y Twitter para hacer accesible la ciencia a audiencias diversas. Estos ejemplos muestran que la divulgación científica puede ser divertida, educativa y profundamente impactante.
Si las universidades adoptaran estrategias similares, podrían abrir sus puertas virtuales a comunidades que desconocen los impactos de su labor. No se trata solo de comunicar resultados de investigaciones, sino de inspirar, motivar y educar a las personas sobre cómo el conocimiento puede transformar sus vidas.
De los papers a los «reels»
¿Cómo hacerlo? Primero, las universidades deben capacitar a sus investigadores en comunicación efectiva y el uso de medios digitales. Muchos académicos poseen un vasto conocimiento, pero carecen de las habilidades para presentarlo de manera atractiva al público general. Aquí es donde la formación en storytelling, diseño audiovisual y manejo de plataformas digitales resulta esencial.
Además, las universidades pueden aprovechar el talento de sus propios estudiantes, quienes están más familiarizados con los medios masivos y podrían especializarse en la divulgación científica. Esto no solo permitiría crear contenido atractivo, sino también ofrecer a los estudiantes una oportunidad única para desarrollar competencias en comunicación y tecnología, preparándolos para un mercado laboral que valora cada vez más estas habilidades.
Es crucial entender que el público no académico no busca artículos de 20 páginas ni conferencias de hora y media; lo que necesitan son respuestas claras a preguntas cotidianas, explicadas en un formato comprensible y visualmente atractivo. Algunas ideas prácticas incluyen:
Este lenguaje no implica diluir la seriedad del conocimiento, sino empaquetarlo en formatos comprensibles y atractivos. La clave está en encontrar un equilibrio entre rigor y accesibilidad, para que el mensaje conserve su valor científico sin perder la capacidad de enganchar al público.
Este lenguaje no implica diluir la seriedad del conocimiento, sino empaquetarlo en formatos comprensibles y atractivos. La clave está en encontrar un equilibrio entre rigor y accesibilidad, para que el mensaje conserve su valor científico sin perder la capacidad de enganchar al público
Construyendo puentes con la sociedad
La conexión con la comunidad también requiere un enfoque bidireccional: no basta con comunicar; es fundamental escuchar. Las universidades deben dialogar con las necesidades y preocupaciones de la sociedad para garantizar que sus investigaciones respondan a problemas reales.
Proyectos universitarios podrían enfocarse en resolver desafíos locales, al tiempo que comparten los avances a través de medios digitales. Imaginemos una universidad que no solo publica un paper sobre sostenibilidad, sino que también muestra en redes cómo esas ideas se implementan en barrios vulnerables, generando un impacto tangible y visible.
Por ejemplo, investigaciones sobre manejo de residuos podrían transformarse en talleres comunitarios, documentados y compartidos en redes sociales. Del mismo modo, avances en salud pública podrían difundirse a través de campañas digitales que expliquen cómo prevenir enfermedades o adoptar estilos de vida saludables.
Más allá de la comunicación: un cambio de mentalidad
El desafío no es únicamente técnico, sino también cultural. Las universidades deben dejar de lado el elitismo académico que ha caracterizado a muchas instituciones y abrazar un rol más abierto y participativo. Esto implica reconocer que el conocimiento no tiene valor si no se comparte y aplica.
Además, la divulgación científica no solo beneficia a la sociedad, sino también a las propias universidades. Al fortalecer su relevancia social, las instituciones pueden atraer mayor apoyo financiero y político para sus investigaciones, al tiempo que mejoran su percepción pública.
Este cambio de mentalidad también debe reflejarse en las políticas internas de las universidades. Es necesario valorar y promover la labor de divulgación, incluyéndola como un criterio en la evaluación académica y destinando recursos específicos para estas actividades.
Un nuevo rol para las universidades
La transformación que aquí se propone no solo es deseable, sino imprescindible. Las universidades tienen el potencial de ser agentes de cambio en un mundo que enfrenta desafíos complejos como la crisis climática, las pandemias y la desigualdad social. Sin embargo, para cumplir este rol, deben salir de su aislamiento y comprometerse activamente con la sociedad.
Esto implica repensar su misión y adoptar un enfoque más inclusivo, donde la generación de conocimiento vaya de la mano con su difusión y aplicación. Las universidades deben convertirse en plataformas abiertas, donde el conocimiento fluya libremente y beneficie a todos.
Una invitación urgente
En un mundo donde los desafíos globales exigen soluciones colaborativas y rápidas, las universidades no pueden permitirse el lujo de permanecer aisladas. La ciencia que no se comparte, que no se cuenta, es una ciencia que pierde su oportunidad de transformar el mundo.
Hoy, más que nunca, la invitación es clara: es hora de bajar de la torre de marfil y unirse a la plaza pública. Las herramientas están disponibles, los ejemplos de éxito abundan, y las oportunidades son inmensas. Ahora es el turno de las universidades de adaptarse, innovar y, sobre todo, conectar.
En última instancia, el propósito de la universidad debe ser más que generar conocimiento; debe ser un agente de cambio, una guía para enfrentar los desafíos del futuro y un puente entre el saber y la acción. Solo entonces cumplirá su misión de ser verdaderamente universal.
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Desconexión
Conexión
Conectado
Tú describes la desconexión.
La conexión es crear el mecanismo que conecta o inserta el conocimiento universitario en la sociedad de una forma trascendente.
Para estar conectado se requiere una herramienta de conexión. Tú planteas algunas formas válidas, que veo más bien insertas en lo tradicional; es decir, frente a 10.000 kilotones de inercia.
Prefiero llegar al estado conectado mediante las herramientas de discusión, análisis y de formas de establecer conclusiones que plantea el modelo de poder civil punto ce ele.
Entonces, para mí se trataría de insertar el modelo de conocimiento universitario con el qué hacer de el modelo que plantea poder civil. Allí habría red social donde difundir en la que se pueden lograr las especializaciones o subdivisión de temas que solo podría limitar la imaginación.
Me gusta esta teoría porque podríamos disponer de diversos mecanismos que traten el conocimiento como su materia prima. Se puede aplicar en economía, desarrollo nacional, y en cada comuna de Chile, lo que provocaría la visita de un modelo de empresas que podrían ser de todos los chilenos.
A veces no se trata solo de saber e imaginar la implementación de una solución, sino que hay que tener una sólida herramienta que asegure la calidad del resultado de la conexión que se quiere lograr…