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La izquierda y el muro: aniversario para no olvidar

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El 9 de noviembre de 1989, tras semanas de protestas masivas en ciudades del Este –Leipzig, Dresde, Berlín Oriental–, el gobierno de la República Democrática de Alemania (RDA), acorralado, anunció de forma confusa que se permitiría cruzar libremente hacia el Oeste. Miles de personas del lado oriental –trabajadores, estudiantes, familias– se congregaron en los pasos fronterizos de Berlín. Los guardias, sin órdenes claras, terminaron por abrir las barreras. Esa misma noche, la multitud del Este comenzó a subirse al muro, a golpearlo con martillos, cinceles y picotas, mientras ciudadanos del Oeste se sumaban desde el otro lado. Fue una celebración compartida, pero el impulso inicial vino de quienes estaban encerrados.

Así, cuando el Muro de Berlín cayó esa noche, no solo se vino abajo una pared de concreto: se derrumbó una idea de mundo que parecía eterna. Durante casi medio siglo, la humanidad había vivido bajo una geometría fija: dos bloques enfrentados, dos ideologías que se repartían el planeta y se vigilaban de cerca. La Guerra Fría era una suerte de clima político permanente, y el muro su emblema más tangible; dividía no solo una ciudad, sino también una forma de entender la humanidad. Por eso, cuando los berlineses del Este comenzaron a golpearlo con martillos aquella noche de noviembre, no liberaban solo su paso, sino una emoción acumulada durante generaciones.

Pero el derrumbe del muro fue solo la imagen de una liberación colectiva, sino también el principio de un periodo de incertidumbres repartidas. Muchos en el Este descubrieron de pronto la libertad de viajar, de elegir, de hablar sin miedo, pero también la precariedad de un mundo nuevo donde nada estaba garantizado. Se acabó el control estatal, pero también las seguridades materiales. La promesa de unidad trajo desigualdades nuevas. Por eso, reducir aquel momento a un triunfo absoluto sería tan erróneo como lamentar su caída. Fue una ruptura histórica, llena de luces y sombras, que todavía proyecta sus efectos sobre las democracias del presente.

Olvidarlo sería un error grave. La memoria del muro no es arqueología: es advertencia. Nos recuerda lo que ocurre cuando las ideologías se convierten en fronteras físicas y mentales; cuando el poder decide que la libertad individual es un riesgo; cuando se pretende diseñar la sociedad desde arriba, sin disenso, sin crítica y sin ciudadanía. Las nuevas generaciones deben saber que nada de lo que hoy damos por sentado –la libertad de expresión, de movimiento, de asociación, de opinión– es natural ni permanente. Todo eso fue alguna vez prohibido.

Para el socialismo democrático, el fin del muro tuvo un significado profundo. Mostró que no basta con proclamar la igualdad si no se respeta la libertad, ni sirve invocar la justicia social si se anula el pluralismo político. El socialismo autoritario se desmoronó desde dentro porque asfixió a su propia gente. Pero eso no condena al socialismo como idea, sino que lo obliga a reformularse desde la democracia, la participación y los derechos de la persona humana. Lo que murió en 1989 fue una forma de ejercer el poder, no el sueño de una sociedad más justa. Por eso, quienes creen en un socialismo democrático deberían rescatar esa lección: la libertad es parte inseparable de la justicia social.

La caída del muro fue una liberación, pero también una advertencia: la libertad nunca está garantizada.

El valor de la democracia reside precisamente en su imperfección, en su apertura. Ningún muro la sostiene, se construye cada día, con acuerdos, con disensos, con ciudadanos que no se conforman. La caída de Berlín no fue un triunfo del mercado sobre la historia, como algunos pretendieron, sino una reivindicación de las personas sobre los sistemas cerrados. La libertad, sin embargo, solo tiene sentido si va acompañada de oportunidades reales, de educación, de equidad. La democracia no puede reducirse a votar cada cuatro años ni a cambiar gobiernos sin cambiar condiciones de vida. La libertad sin justicia social termina siendo un privilegio, y la justicia social sin libertad se vuelve una prisión.

No se trata, por tanto, de caer en el anticomunismo de consigna que todo lo simplifica. Ese discurso fácil –tan útil a las derechas como a los oportunistas– sirve solo para descalificar cualquier crítica al capitalismo y para borrar la memoria de los errores sin aprender de ellos. Tampoco se trata de romantizar las viejas utopías del llamado socialismo real. Lo que corresponde es examinar con serenidad lo que funcionó y lo que fracasó, y construir a partir de ahí una izquierda moderna, democrática y plural, que no repita dogmas ni adopte nostalgias como fundamento de su quehacer político.

A treinta y seis años de aquella noche de noviembre, el muro sigue siendo una metáfora vigente. Los muros no siempre se levantan con cemento, a veces son de miedo, de desigualdad o de indiferencia. En todas partes vuelven a erigirse, más sutiles pero igual de excluyentes. Recordar Berlín es, por eso, una forma de mantener alerta el sentido democrático. No se trata de vivir en el pasado, sino de aprender de él. Porque cuando la memoria desaparece, los muros –reales o simbólicos– siempre encuentran el modo de volver a levantarse.

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1 Comentario

Jeuejejwksns

Tantas veces las mismas palabras repetidas, justicia social, repartir beneficios, garantizado, libertad, privilegio, democracia, educación, equidad, y ¿para qué?

Aún tenemos la misma consigna democrática desde hace mucho, que una que brinda poca democracia, porque que te pasen un voto a rayar cada cierto tiempo no es democracia… Eso es una forma de capturar las decisiones y a veces de hundir un pueblo, tal como ahora lo hizo la izquierda, ya que menciono esas mismas palabras antes de llegar al poder, luego, fueron cambiando, para luego ser olvidadas y reemplazadas por un mero desfalco al Estado en favor de una pandilla de políticos que se bonificaron el Presupuesto Nacional de muchas formas, entonces, ¿qué fue de esa equidad, esa izquierda moderna de moral superior, ese es para todos y todas que solo fue para unos pocos y pocas, donde muchos fallecieron esperando, sin casa, en el hospital, en el SENAME…

Yo entiendo el discurso de la izquierda como el que usa estas palabras y luego se olvida de ellas para siempre, excepto para su grupito de apitutados y de apernados en el Estado, más los compinches que les prestan asesorías y servicios… Para el pueblo, poca cosa,… Siempre la derecha ha sido más para el pueblo y ha hecho más por el pueblo que la izquierda…

Y es que el proyecto político de la izquierda, cuando traduce sus palabras de equidad y justicia social, a las acciones llevando sus palabras a la práctica, quieren decir, o se convierten en:

102 Reforma tributaria, que significa paga más impuestos, más contribuciones…
205 Más bonos para los empleados del Estado y aumentos de sueldo que financian con emisión monetaria y deuda internacional
508 . . Y el resto se convierte en migajas para el pueblo…

Luego viene alguien de derecha y arregla un poco las cosas y luego llegan otra vez los tarados de izquierda con sus estupideces y todo vuelve a caminar hacia el despeñadero, no para ellos, claro, sino para todos menos ellos, o para todas y todos menos ellos y ellas, y elles…

Luego, la democracia está mal diseñada… DEBE HABER UN ORGANISMO TÉCNICO QUE FIJE EL RUMBO DE LA NACIÓN Y QUIEN LLEGUE A GOBERNAR SOLO DEBE LLEGAR COMO EJECUTIVO A EJECUTAR ESE PLAN QUE FIJE GENTE CON SESOS Y NO LOS RETRASADOS IGNORANTES DE IZQUIERDA, ANTOJADISA Y PERJUDICIALMENTE PARA TODOS LOS DEMÁS QUE NO SEAN ELLOS…

Allí, donde estén esos expertos que fijan el rumbo de la nación es donde debe aplicarse democracia, permitiendo que buenas y mejores ideas sean un aporte para el desarrollo nacional, ya sea económicamente, o socialmente, o moralmente, o educativamente, a través de un mecanismo democrático que permita a las ideas emerger con poder y fuerza basado en el diálogo, la discusión y el debate nacional abierto…

No puede llamársele democracia a escoger un personaje y que éste resulte inamovible y mentiroso, o tirano, o dictador, o simplemente sopas lesas o intelectualmente incapacitado, o educativamente mal formado, porque así serán sus brazos derechos y sus socios y sus amigos, todos una pelota de inexpertos, peor aún cuando resultan desfalcadores del Estado dejando al pueblo pobre, tal como lo hizo don Boricito, llegando después de haber incendiado Chile con un lumpen que no tenía que perder…

A falta de esto, siempre habrán todos esos roces políticos por llegar al poder, pero, pocas veces se actuará con la inteligencia de expertos que pueden dirigir una nación con inteligencia y con los aportes de todos los sectores nacionales que desean ayudar a construir la grandeza que deseamos para nuestra nación y para nosotros mismos…

… Se ve mal que algún zurdo reintente colorear de negro al hilo negro otra vez, sacando sus mismas palabritas de siempre, como si fueran un talismán, o un comodín o como si tuvieran el poder para actuar sobre el pueblo chileno para cobrarles más impuestos, más pagos de energía, más contribuciones, sin brindarle al pueblo los beneficios que teoriza la izquierda que hipotéticamente le brindaría si llegase a gobernar, pero, entendiendo que todas sus palabras de campaña y programas pueden ser simples mentiras, tal como lo fueron con don Boricito y lo serán, posiblemente, siempre con alguien de izquierda..

El tema de fondo es que brindar al pueblo garantizaciones y derechos y recursos gratis requiere una preparación nacional y un conjunto de medidas que deben estar asociadas al progreso, al bienestar y al desarrollo, luego, las ideas de izquierda jamás lograrán esto porque para ellos todo siempre se trata de construir una nueva izquierda superior unida y democrática y equitativa la cacha de la espada y el de la guagua, pero, siempre sus discursos se traducen en impuestos y fondos mal gastados que ellos esfuman del Presupuesto Nacional…

Todo esto que digo es de una simpleza increíble y de tan simple que es no sé si la gente de izquierda sea capaz de entenderlo, o alguien de derecha de verlo…

Seguiremos así, de pick de rendimiento en pick de anti beneficios por lo ya explicado, y esto porque el presidencialismo es una mala idea, ya que puede llegar un Allende, o una Bachelet o incluso hasta un Boric a dejar la mismísima jdjdkfn

Luego, ese organismo técnico que fije un plan nacional para Chile es una solución que crea una verdadera democracia del conocimiento y del poder hacer con la razón, donde quien quiera que tenga una gran idea la pueda exponer en beneficio de todos y con recursos de todos la podamos llevar a cabo…

Tan simple que hasta un niño lo podría entender…