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Los genes no construyeron pirámides: la falacia de la publicidad supremacista

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Hace unos semanas, la marca estadounidense American Eagle lanzó una campaña publicitaria con el eslogan “Sydney Sweeney has great jeans”. En apariencia, era un simple anuncio para vender vaqueros. Sin embargo, el juego de palabras —donde “jeans” suena igual que “genes”— y la imagen de una mujer blanca, rubia, de ojos azules como símbolo central, detonaron una ola de críticas por lo que muchos consideran un mensaje racializado y supremacista.

¿Exageración? ¿Sensibilidad excesiva? No lo es. Lo que está en juego aquí no es solo una campaña de jeans. Es la normalización de una idea peligrosa: que ciertos rasgos físicos —la blancura, lo rubio, los ojos claros— están ligados a una genética superior, deseable, culturalmente valiosa. Y eso, aunque se presente en tono de broma o como estrategia de marketing provocador, es un reciclaje simbólico del viejo y siempre dañino darwinismo social.

La estética blanca como símbolo de jerarquía

No es casualidad que se haya escogido a una actriz de estas características físicas para esta campaña. No se trata de su talento actoral, sino de su imagen: una representación estética clásica de la “belleza blanca” hegemónica. Su presencia no vende solo pantalones: vende una identidad, un ideal. Y esa identidad ha sido históricamente promovida como superior, no solo en términos de belleza, sino de civilización, cultura y valor humano.

Posiblemente, le hayan dicho que “toda publicidad es buena, aunque sea mala”. En este caso, no lo es. Porque lo que se vende aquí no es solo una prenda, sino una idea peligrosa, camuflada de ironía.

Civilizaciones no blancas: las fundadoras de la humanidad

Uno de los argumentos más devastadores contra la idea de una “genética blanca superior” es, sencillamente, la historia. Las civilizaciones que construyeron el mundo —que dieron origen a la escritura, la matemática, la filosofía, la arquitectura monumental, la astronomía, las ciudades— no fueron rubias ni nórdicas.

Los sumerios, babilonios, egipcios, las culturas maya, azteca, inca, los griegos y romanos antiguos, los fenicios, persas, hebreos, todos ellos fueron pueblos no blancos en el sentido moderno eurocéntrico. Tenían piel morena, ojos oscuros, rasgos diversos. No había en ellos ni rastros de los estereotipos físicos que hoy se exaltan como sinónimos de “buenos genes”.

Las pirámides mayas, por ejemplo, no fueron obra de pueblos germánicos. Las matemáticas y la astronomía mesoamericana no surgieron en los fiordos noruegos. La filosofía griega no proviene de una genética nórdica. La historia —la real, no la blanqueada— nos grita esto con claridad.

Darwinismo social: pseudociencia del poder

El uso de la frase “buenos genes” en esta campaña no es inocente. Tiene raíces ideológicas. El darwinismo social, surgido en el siglo XIX, promovía la idea de que algunas razas eran biológicamente superiores a otras, y que la sociedad debía organizarse en función de esa supuesta jerarquía natural. Fue la base de la eugenesia, del racismo científico, de las políticas migratorias selectivas en América Latina y de los peores crímenes del siglo XX.

Herbert Spencer, uno de los padres del darwinismo social, afirmó que “el orden social humano es resultado de la evolución: aquellos en la cima lo están porque lo merecen”. Francis Galton, creador del término “eugenesia”, fue más directo aún: “existe un sentimiento, por lo general bastante irracional, contra la extinción gradual de una raza inferior”.

Incluso Arthur de Gobineau, autor de “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” (1853), sostuvo que “la historia de la humanidad está marcada por la degeneración de las razas superiores al mezclarse con razas inferiores”, dando un sustento pseudocientífico al racismo.

Pero estas afirmaciones no solo son moralmente aberrantes, sino científicamente falsas. La biología moderna ha demostrado que la diversidad genética humana no establece jerarquías de valor ni capacidad. La neurocientífica Rebecca Heiss lo resume así: “el darwinismo social ha sido utilizado para justificar la discriminación basándose en un determinismo genético falso: la idea de que el éxito humano está determinado únicamente por los genes”.

Y más contundente aún es el paleontólogo y biólogo evolutivo Stephen Jay Gould, quien escribió:

“La idea de que la inteligencia o el valor humano puede ser medido por la genética es no solo falsa, sino profundamente peligrosa. El coeficiente intelectual, el éxito o la civilización no están determinados por los genes, sino por contextos históricos, sociales y ambientales.” (The Mismeasure of Man, 1981)

Usar el racismo simbólico como forma de marketing no es transgresor. Es cobarde. Es cínico. Y sobre todo, es peligroso. Porque legitima, por la vía del humor o la ironía, las mismas ideas que históricamente han causado exclusión, odio y violencia

Testimonio: los colonos alemanes no trajeron desarrollo superior

Puedo afirmarlo con certeza: crecí y viví en Chile, y he visitado muchas veces zonas como Frutillar, Puerto Varas, Llanquihue o Valdivia en el sur de dicho país, donde existe una fuerte presencia de descendientes de colonos alemanes traídos en el siglo XIX bajo la idea de mejorar la calidad racial del país. Ninguna de estas zonas mostró un desarrollo económico, tecnológico o social superior al resto del país. Su herencia fue más cultural que transformadora, y no impulsó a Chile a convertirse en una potencia ni mucho menos.

Pensar que una población se eleva por la ‘calidad de sus genes’ es simplemente absurdo.

La noción de progreso es multifactorial: tiene que ver con educación, estabilidad política, ausencia de corrupción, ubicación geográfica, acceso a recursos naturales, instituciones sólidas, redes comerciales. Traer personas extranjeras bajo la premisa de que son racialmente superiores no generó, ni podía generar, desarrollo.

Potencias actuales y cultura antigua: no confundamos poder con civilización

Es cierto que hoy en día muchas de las potencias globales (EE.UU., Alemania, Rusia, Inglaterra) están dominadas por poblaciones de rasgos europeos. Pero eso no implica una superioridad genética ni cultural. Su hegemonía contemporánea se debe a factores políticos, económicos, bélicos y tecnológicos, no a una supuesta raza superior.

Lo que estas potencias no tienen —y no pueden reclamar— es haber fundado las bases de la civilización humana. Eso pertenece a culturas como la maya, egipcia, mesopotámica, persa, india o china, que desarrollaron lenguajes escritos, astronomía, filosofía, arquitectura y sistemas legales sin ninguna relación con una estética blanca o rubia.

Y aunque podría decirse, con rigor histórico, que muchas civilizaciones no blancas superaron en desarrollo a pueblos germánicos o escandinavos en su época, el argumento no debe centrarse en quién fue “mejor”. Porque incluso eso sería caer en el lenguaje jerárquico del racismo. Lo que debe quedar claro es que la supuesta superioridad genética de lo blanco y rubio es un mito sin base científica ni histórica. Y perpetuarlo no es solo racismo: es ignorancia.

Incluso en países como Sudáfrica, donde se impuso un sistema de apartheid basado en la supremacía blanca, el desarrollo no se debió a una genética superior, sino a una estructura de opresión violenta, exclusión y expolio de recursos.

No son solo jeans: son símbolos

Este no es solo un problema de un anuncio. Es parte de una batalla cultural más amplia. Las marcas no pueden escudarse en la ignorancia. Las celebridades no pueden fingir sorpresa. En la era de la hiperconectividad, todos saben lo que hacen. Y si lo saben, son responsables.

Usar el racismo simbólico como forma de marketing no es transgresor. Es cobarde. Es cínico. Y sobre todo, es peligroso. Porque legitima, por la vía del humor o la ironía, las mismas ideas que históricamente han causado exclusión, odio y violencia.

Los jeans pueden ser azules. Pero los genes no son un chiste. Y la ignorancia, en este tema, no es neutral: es complicidad.

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2 Comentarios

ffrias9

ffrias9

El año 1978, la NASA desarrolló un espectrómetro que permitió hacer un mapa global de la cantidad de luz ultravioleta que recibe el planeta. Se comparó esa información con mapas del color de la piel en más de 50 países, mostrando una correlación: entre más débil era la luz ultravioleta, más clara era la piel. Asimismo se encontró que quienes viven por encima de los 50 grados de latitud, tiene el mayor riesgo de deficiencia de vitamina D.

En conclusión, en los trópicos, la piel oscura, es una adaptación para bloquear el sol y para proteger sus reservas de ácido fólico, en cambio los pueblos alejados del ecuador desarrollaron una piel clara para aprovechar mejor el poco sol y producir cantidades adecuadas de vitamina D durante el invierno.

Si fuéramos extraterrestres y si estudiamos genéticamente la especie humana, nos daríamos cuenta que no hay diferencias significativas entre los distintos grupos étnicos y concluiríamos que todos los seres humanos pertenecen a la misma especie animal, es decir, son de una única raza. Misma conclusión que tienen los investigadores del genoma humano, ya que las diferencias externas, por las cuales nos clasificamos en razas, pierden significado a nivel genético.

La idea de raza fue una construcción cultural para justificar la esclavitud humana.

Saludos y gracias por su interesante columna

Nfufbfufnfkd

La base de la civilización humana está en el lenguaje… El ADN más antiguo del planeta lo tienen los bosquimanos. De los primeros de ellos documentados podría decirse que sus rasgos casi tienen algo que no parece tan de humanos modernos… Algunas mujeres y hombres de ellos presentaban protuberancias con bastante e inusual protuberancia en las zonas del cuerpo que tienden a generar protuberancias, incluso su cara llama la atención por sus rasgos… Y los tenemos hasta hoy entre nosotros. No hablan español, ni inglés, ni sumerio, ni alemán… Algunos de ellos, incluso, solo producen sonidos como lenguaje, sin vocales… Entonces, si son el ADN más antiguo, y no tienen lenguaje con palabras, y viven entre nosotros hasta hoy, ¿de dónde salió el lenguaje y cómo mutó ese ADN tan particular de esos bosquimanos? (Si hubo mega evolución que dio origen al ser humano moderno, el bosquimano es el último eslabón de toda esa cadena biológica y, no son rubios por cierto)…

Cabe preguntarse, si el bosquimano tiene aquellos rasgos corpóreos y esas fisonomías en su rostro, por qué, al cambiar de zona geográfica, no solo se le achinaron los ojos viviendo en la nieve, o se le tornó más blanca su piel dirigiéndose al polo norte, pero ¿por qué no mantuvo sus rasgos de protuberancias y rostro particular, con ojos rasgados, o siendo rubios con un rostro que en algunos aspectos tiene un parecido al rostro de un chimpancé que podemos imaginar como el eslabón perdido en la evolución?

Y… ¿De dónde apareció el lenguaje que no tenían y que hasta puede decirse que aún hay algunos de ellos que no lo tienen?

Sin duda la evolución de las especies produjo al bosquimano, sin lenguaje y de color tostadito… Ellos imitan los sonidos de los animales que cazan con una habilidad extraordinaria… Sobreviven sin duda donde casi nadie más podría… Se sabe que a su lugar de habitación actual llegaron siendo desplazados por grupos humanos modernos…

Y la teoría que tengo es que efectivamente quien creó todas las cosas, también creó a esa pareja bíblica primigenia moderna dotada de lenguaje desde su creación y sus descendientes se aparearon con los descendientes evolucionados de los bosquimanos (si en ese tiempo el bosquimano prefería vivir más al norte, tal vez por las condiciones del edén, el huerto de Dios, o sus cercanías), si aceptamos, con prudencia, que debe haber habido una evolución desde el bosquimano hacia las demás razas negras, si podemos hablar en estos términos…

Aparte de ello, el ojo humano tiene una particularidad muy especial y es que dirige su atención a la luz, dirige su atención al movimiento y dirige su atención hacia aquello que sea hermoso, o hermosa si es el caso… Imagino a esto como la habilidad para dirigir nuestra mirada hacia lo celestialmente hermoso, a lo hermosamente perfecto, y por ello la Biblia habla de la hermosura de Dios, luego, si estamos hechos a su imagen y semejanza, necesitamos esas habilidades para admirarle y también valorarle, si le pudiéramos ver, y no viéndole, tenemos esas habilidades para ver a otros seres hechos también a imagen y semejanza de Dios, con todo un abanico de valoración en ellos de la belleza y lo perfecto que llega hasta concursos mundiales de belleza, impulsados posiblemente para explotación de toda una industria que se vincula a la belleza y a lo perfecto, pero, por cierto, no necesariamente se vincula a la belleza del corazón, ese que mira Dios cuando distingue entre sus criaturas e hizo escoger por ello al hijo de Isaí como el segundo rey de Israel, por ser David conforme al corazón de Dios, porque él amaba a Dios y le honraba; rey desde el que provendría según su linaje Jesucristo, tal es su importancia; rey, David, rubio y de ojos de color y de hermoso parecer… Jesucristo, perfecto de corazón, por lo que fue el Hijo amado de Dios en quien tuvo complacencia y en quien nosotros tenemos esperanza de vida eterna, conociéndole, ya que por su sangre se hizo el sacrificio perfecto para expiación de los pecados de la humanidad, por la misericordia de Dios…

Y si Adán y Eva fueron rubios o, simplemente ya … blancos y de apariencia más hermosa que la de los bosquimanos, y fueron creados con la habilidad de poder tener un lenguaje con palabras ¿aporta esto una solución a estos problemas de cómo valoramos lo evolutivo, las razones del ojo, y al lenguaje como un instrumento de la civilización que dio origen a la organización, lo productivo y como tal la riqueza, incluyendo aquella relativa a lo que es hermoso o la apariencia que puede valorar la visión del ojo humano?

M ? …