Señor
Martín Guillof y directores de Australis Mar S. A.
Presente
Mi nombre es Danilo Cayún Casanova. Me desempeñé como asistente de un centro de cultivo de salmónidos en su empresa a partir de septiembre del 2011, manteniendo la relación laboral hasta septiembre del año 2013.
El motivo de esta carta es para solicitarle a ustedes directamente, se hagan responsables de la negligencia que cometió su empresa contra mi persona y que actualmente deja secuelas en diferentes ámbitos de mi vida. En agosto del año 2012, y mientras me encontraba trabajando en un centro de cultivo llamado Pulluche 3 de vuestra empresa en el canal Pulluche, Región de Aysén, comencé a sentirme mal, presentando un cuadro de salud similar al de una gripe (fiebre, cefalea, dolor muscular y decaimiento). En dicha ocasión, informé lo que me estaba pasando a mis colegas y jefe de área, solicitando se me evacuará a la ciudad de Puerto Aysén para recibir atención médica, lo que se me negó. Dicha evacuación ocurrió sólo después de 3 días, poniendo en riesgo mi salud física y psíquica según comentare más adelante.
A raíz de la tardía reacción de la jefatura, llegué al hospital de Puerto Aysén con riesgo vital. No puedo culpar a mis compañeros de trabajo por no haberme ayudado, ya que las órdenes siempre fueron velar por la engorda de los peces. No puedo señalar con mi dedo culpando al colega que firmemente me dijo que no iba a gestionar ninguna evacuación hacia un centro médico ya que iba a descuadrar los turnos de trabajo, teniendo él que sacrificar días de descanso que iba a pasar con su familia. Sin embargo, lo que es más chocante es que la prioridad de quienes allí trabajábamos, fuera siempre velar por la ejecución de actividades operacionales, sin importar que suceda.
Hoy, miro ese episodio, me enfrento nuevamente a ese grave cuadro de salud, y me doy cuenta de que existe un antes y un después en mi vida y carrera profesional, todo por no descuadrar los turnos de trabajo y ahorrarse unos litros de petróleo en la movilización. Nunca se tomó en cuenta que estuve a punto de fallecer de un paro cardiorespiratorio por deshidratación, que fue provocada por la fiebre que no bajaba de los 40 °C. Finalmente, cuando lograron evacuarme, el prevencionista de riesgo zonal de la empresa fue incapaz de accionar el protocolo de evacuación. Ni siquiera había un transfer esperándome en Puerto Chacabuco y tuve que esperar una hora más, después de un viaje de siete horas en lancha rápida, para que llegará un camión ¾ y pasara a dejarme al Hospital de Puerto Aysén, en cuya entrada me desmayé sin más compañía que la de mi mujer.
El diagnostico fue tajante, hepatitis citotóxica y colestásica, cuadro que se vio agravado por la demora en la atención primaria y que tuvo sus orígenes en la paupérrima manipulación de la higiene, sobre todo en lo que respecta a la captación y uso de las aguas potables para aseo y bebestibles. En sus centros de cultivos se utiliza agua recolectada por lluvias y arroyos cercanos, sin ningún tratamiento, agua de lluvia que arrastra fecas de aves desde el techo de los pontones.
Hoy doy gracias a Dios por haberme dado una nueva oportunidad de vida, lo que no puedo decir de su empresa y personal quienes a mi regreso, tras un mes de licencia, comenzaron a hostigarme para que renunciara.
En mayo de 2013, fui derivado a la Mutual de Seguridad por presentar una licencia tipo 6, lugar donde comenzó el segundo vía crucis de mi enfermedad. Fui sometido a interrogaciones dentro de la “psicoterapia”, teniendo que relatar reiteradas veces mi historia hasta con cinco médicos de diferentes especialidades, sintiendo un constante cuestionamiento de la veracidad de lo relatado con el afán de cambiar mi declaración, quedando aún más agotado. Finalmente tuve que recurrir a psicoterapia particular, para recuperarme de todo lo acontecido.
Tras varios meses en “estudio” de la Mutual, se me dio el alta laboral, indicando que la enfermedad que presentaba no era laboral pero que continuaría en evaluación y tratamiento médico. Resolví conversar nuevamente con mi jefe de operaciones solicitando apoyo para reincorporarme primeramente en tierra y luego retomar mis labores en el mar, pero la respuesta de este fue el inminente despido, que dicho sea de paso, fue de la manera más humillante posible.
Como ustedes comprenderán, no me quedó otra opción que demandar a la empresa.
Después de la resolución del juicio laboral que tuvo lugar en la ciudad de Puerto Aysén, el 15 de abril del 2014 se llegó a un arreglo en contra de mi voluntad, pero que dada la insistencia de mis abogados tuve que aceptar, terminando con un acuerdo entre ambas partes para no seguir con un juicio de larga duración en el cual me encontraba en desventaja de ganar, por no haber denunciado antes la situación que me aquejaba y porque, como al común de los chilenos, no me alcanzaban los recursos económicos para pagar los honorarios de abogados. Lamentablemente, todo resultó favorable para ustedes y su empresa. No reconocieron su negligencia, todo quedó puertas adentro y no fueron multados por la negligencia que me provocó un cuadro grave de hepatitis citóxica a raíz del consumo de agua no potable en sus pontones.
Después de todos sus movimientos por esconder la realidad de la operación en sus centros, no entiendo de que les sirve como empresa auditarse con normativas internacionales de calidad como las de Global Gap (que dentro de sus puntos principales menciona el velar por la salud, bienestar y seguridad del trabajador) si no cumplen con nada de lo que allí se establece. Claramente es para que exporten con tranquilidad sus producciones a diferentes países. ¿De qué sirve esto, si en realidad no se cumple un derecho tan básico como la disponibilidad de tener agua potable en sus lugares de trabajo, el velar por la seguridad de sus trabajadores y prestar la ayuda necesaria cuando es solicitada? Es difícil entender como casas flotantes con un valor aproximado al millón de dólares tengan estas falencias.
Empresas como las que ustedes dirigen, con una riqueza en activos y preocupación aparente por sus trabajadores y por los trabajadores que subcontrata, poseen tanta pobreza de humanidad y respeto por las personas, que me enferma. Mi caso no es el único ejemplo. Dentro de mi experiencia laboral y hasta hace muy poco, se dejaban a los cocineros de empresas de casino a cargo del cuidado de pontones vacíos en centros de cultivos sin peces, y que por la misma razón, al no estar operativos, no era necesario implementarlos con telefonía satelital, ni Internet o algún medio de comunicación que permita una conexión con centros de cultivo cercanos o con el continente, dejando aisladas a estas personas frente a cualquier emergencia, además, sin bote con motor fuera de borda, que les permita buscar vías de escape en caso de algún evento inesperado. Yo también fui víctima de esta situación de abandono laboral, pero en mi caso se hizo adrede para hacerme cuestionar mi vocación laboral. En mi caso existe un sincero interés por la acuicultura y la salmonicultura, pero por situaciones como las que pasé y por las condiciones de trabajo inhumanas se pierde el encanto de una actividad con tanto futuro.
Mi error fue el no denunciar a la empresa dentro de los 60 días según lo mencionado por la ley chilena, fue para conservar mi trabajo, el cuál irónicamente perdí. Misma razón por la cual muchas personas me apoyaron en esta demanda pero que obviamente dudaron a la hora de declarar, para no perder sus empleos.
Finalmente, les solicito que tomen en consideración mi actual estado psíquico y físico a raíz de todo este proceso que para mí no ha terminado. Aún sigo con molestias constantes en mi hígado y con evaluaciones de perfil hepático y psíquico que de acuerdo a la conclusión de la Mutual de Seguridad, indica un trastorno adaptativo al lugar de trabajo que desempeñaba. Por ello, me encuentro sin posibilidades de reincorporarme al trabajo.
Quisiera despedirme, no sin antes llamar a todos aquellos que de alguna u otra forma vean vulnerados sus derechos, a que denuncien estas prácticas, en especial a los trabajadores de la salmonicultura, en donde se dan estas situaciones que no las captan las normativas extranjeras de calidad o nuestras propias instituciones legales, llamadas a fiscalizar y velar por la seguridad de los trabajadores. Esperemos que empresarios como ustedes dejen de favorecer las malas prácticas que se amparan en la lejanía y el hermetismo de estos australes lugares en donde los centros de cultivos se instalan. Posiblemente mis expectativas laborales en la salmonicultura ya son escasas, pero vale la pena el hacer pública esta situación porque ningún trabajador se merece ser tratado como fui tratado.
Sin otro particular, y sinceramente esperando que se contacten conmigo y mi familia.
José Danilo Cayún Casanova y familia.
Ingeniero en Acuicultura
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Leslie Parraguez
Lei tu caso y me senti reflejada me sucedio algo similar hace dos años quede paralizada en el cuello y con un dolor incapacitante en el brazo izq a las 4am en la isla Meullin por ordenes de mis superiores me derivaron a una posta rural donde me encontraron hipertension derivandome al hospital de castro porque ni hablar de mutual…….me diagnosticaron tortícolis torticoles que hoy en dia a terminado con dos cirugias de columna cervical…..por sobre esfuerzo……muchas veces esto sucede y se oculta…..como bien digo hoy en dia ya np tengo nada q perder con decir lo q realmente paso…Mucha fuerza……
Alvaro
Deberíamos reaccionar los trabajadores acuicolas creando una entidad que vele por las condiciones de estas ,,, ya que nuestro gobierno las permite hoy en dia
Facundo Quiroga
Hepatitis tóxicas
¿QUÉ ES?
La hepatitis por fármacos se denomina también hepatitis tóxica. Como otros términos médicos que acaban en el sufijo «itis’, quiere expresar inflamación (en este caso del hígado). Dicha inflamación del hígado puede tener muy distintas causas. Las más frecuentes son las causas infecciosas, pero también hay otras, entre ellas una reacción anormal al consumo de un fármaco o por la exposición a sustancias tóxicas industriales o de la naturaleza (setas, productos de herboristería). Así, en todas estas circunstancias la inflamación del hígado se denomina hepatitis tóxica.
¿QUÉ SUSTANCIAS LAS PRODUCEN?
Son muchas las sustancias que inhaladas, ingeridas o inoculadas son capaces de producir lesión hepática. Podemos dividirlas en dos categorías.
Los tóxicos hepáticos predecibles son compuestos que sabemos que al entrar en el organismo van a dañar al hígado con casi total seguridad. En este grupo se incluyen agentes químicos a los que el paciente se expone accidentalmente, como por ejemplo el fósforo, insecticidas o plaguicidas, pero también setas venenosas, drogas ilegales y otros. Algunos medicamentos como el paracetamol, que son inofensivos a las dosis habituales (hasta 4-6 comprimidos por día), también actúan como tóxicos directos para el hígado si se toma de una vez una cantidad importante. Ello ocurre porque a estas dosis elevadas se produce durante su metabolismo en el hígado un exceso de sustancias tóxicas que el propio hígado es incapaz de depurar y que acaban dañándolo.
Entre los tóxicos hepáticos impredecibles se incluyen la mayoría de los medicamentos, que habitualmente son inofensivos y únicamente son tóxicos para algunos pacientes (generalmente en un paciente por cada 10.000 o más que tomarían el medicamento). Los fármacos responsables con mayor frecuencia son antibióticos y anti-inflamatorios ya que son los de mayor consumo.
¿POR QUÉ Y CÓMO DAÑAN AL HÍGADO?
El destino de cualquier sustancia química que ingresa en el organismo es ser eliminada después por los órganos de excreción, fundamentalmente por el riñón, aunque en algunos casos también mezclada con la bilis, pero esto sólo sucede sin problemas si la sustancia es soluble en agua y por tanto en la orina. En caso contrario, el hígado es el encargado de transformarlas para así poder eliminarlas. Durante ese metabolismo es cuando se produce la toxicidad por los medicamentos que son tolerados por la mayoría de los pacientes. Sin embargo, en algunos sujetos se generan productos que no pueden ser depurados y que dañan al hígado. Esto ocurre probablemente por defectos genéticos de las enzimas metabolizadoras. A veces esos productos tóxicos despiertan una reacción alérgica contra las células del propio hígado.
¿CUÁLES SON SUS SÍNTOMAS?
La hepatitis tóxica, como las hepatitis producidas por virus, puede variar mucho en sus síntomas y su gravedad. Los síntomas suelen iniciarse pocas horas después de la exposición en el caso de los tóxicos hepáticos predecibles y pueden tardar en aparecer semanas o meses en el caso de los tóxicos impredecibles. Los síntomas son indistinguibles de los que aparecen en las hepatitis por virus: color amarillento de la piel (ictericia), náuseas, vómitos, heces pálidas o color arcilla, cansancio, pérdida de apetito, dolor abdominal y fiebre, entre otros. Algunos pacientes pueden no tener síntomas, y se diagnostican de forma casual al hacerse unos análisis y encontrar alteraciones de los parámetros hepáticos.
¿CÓMO SE DIAGNOSTICA?
No hay una prueba específica que nos dé el diagnóstico definitivo y esta es una de las peculiaridades de la hepatitis tóxica. Por tanto, hay que realizar toda una batería de pruebas para asegurarnos de que no se trata de una hepatitis por virus u otras causas demostrables. De este modo, el diagnóstico de hepatitis tóxica se basa en la demostración de que no hay otra causa específica y en la relación temporal de los síntomas con el consumo de un fármaco, drogas, productos de herboristería o la exposición a un tóxico. Es muy importante investigar todos los medicamentos que se hayan tomado, cuándo y en qué cantidad. En los análisis de sangre habrá un aumento de las transaminasas (enzimas del hígado, que se liberan a la sangre cuando se destruyen las células hepáticas), y de la bilirrubina (pigmento derivado de la destrucción de los hematíes que es depurado por el hígado, liberándose a la sangre cuando hay una lesión de las células del mismo). Es de ayuda para al diagnóstico la mejoría del cuadro tras la retirada del medicamento. El diagnóstico definitivo sería comprobar si se repiten los síntomas tras la reintroducción del fármaco o droga sospechoso, pero esto supone un riesgo importante para el paciente y no se debe hacer, por lo general.
¿CÓMO SE TRATA?
No existe un tratamiento específico ni antídoto para contrarrestar el daño hepático, con la excepción de la acetil-cisteína (una sustancia que ayuda al hígado a depurar tóxicos) para la intoxicación con dosis altas de paracetamol. En todos los demás casos se debe proceder a la retirada de la sustancia sospechosa (cualquier medicamento que tome el paciente debe suspenderse con excepción de los que sean esenciales como la insulina en un diabético). Deben tratarse los síntomas (por ejemplo, sueros por vía intravenosa si hay vómitos abundantes). Es recomendable un reposo relativo en la fase aguda y, por supuesto, evitar todo aquello que incremente el daño hepático (alcohol). En casos muy graves y raros, la hepatitis tóxica puede acarrear una muerte celular extensa en el hígado con la consiguiente insuficiencia hepática que obligaría a ingresar al paciente en una unidad de cuidados intensivos e incluso trasladarlo a un centro de trasplante hepático por si este fuese necesario.
¿CÓMO EVOLUCIONA?
Por lo general los síntomas mejoran al suspender el agente que causó el daño, pero a veces la enfermedad sigue progresando hasta producir una insuficiencia hepática aguda irreversible. En otras ocasiones en las que el medicamento se mantiene durante un largo tiempo después de iniciado el cuadro clínico puede quedarse el hígado crónicamente dañado, desembocando en una cirrosis.
¿CUÁNDO ACUDIR AL MÉDICO?
La hepatitis tóxica suele manifestarse gradualmente, y a veces durante días y antes de que aparezca la ictericia, el paciente sólo notará cansancio, inapetencia, malestar abdominal y orinas más oscuras de lo normal. Es extremadamente importante que si aparecen estos síntomas poco tiempo después de iniciar un tratamiento con un medicamento nuevo, el paciente sospeche una reacción hepática tóxica, debiendo dejar el tratamiento y consultar de inmediato a su médico. Es importante no tirar el medicamento para que el médico pueda conocer con exactitud la sustancia responsable.