La carta del periodista Andrés Caniulef en respuesta a la rutina del personaje Yerko Puchento realizada la semana pasada en la que acusa a ésta de racista y homofóbica publicada en el diario El Mercurio ha provocado reacciones variadas en las redes sociales. De un lado, hay quienes defienden el derecho del periodista a no dejar pasar esta agresión –adscribo-, y de otro, quienes le restan importancia. Entre los segundos, hay quienes incluso justifican el ataque verbal basados en que Caniulef no tendría un historial público de apoyo a la causa mapuche, y por tanto, insinúan que de alguna manera se merece el escarnio.
A solo meses del asesinato de Daniel Zamudio y de la posterior aprobación de la Ley Antidiscriminación en nuestro país, y en un nuevo contexto en que políticos y rostros de televisión se pliegan mayoritaria y oportunamente al discurso del respeto por la diversidad (los menos) y de la tolerancia (la mayoría), el humor aparece como el único flanco por el cual aún es posible verter nuestras atávicas fobias. La dupla Rojas-Alcaíno está consciente de este hecho y ha explotado una probada fórmula de éxito. Parte de este éxito radica en la supuesta “irreverencia” del personaje, que no trepida en denostar a sus víctimas reeditando una característica fundamental de nuestra idiosincrasia: el chaqueteo; el ataque certero, cruel, cobarde y solapado disfrazado de humor.
El asunto tiene múltiples aristas –el derecho a la privacidad de los personajes públicos, la ética con que operan los canales de televisión respecto de sus contenidos, el doble estándar de un actor militante de izquierda que lucra con la farándula y llama en su cuenta de Twitter a rebeliones varias- pero quiero detenerme en un punto aún no considerado. Hoy miércoles, en un programa de farándula, el comentarista José Miguel Villouta acusaba de “hipócrita” a Caniulef por ser parte del staff de un canal al que tildó de “homofóbico”. Entre los argumentos esgrimidos, Villouta repitió varias veces que “Caniulef se dedicó a darse la gran vida y a comprarse ropa cara”. Lo repitió al menos tres veces, con molestia.
La misma molestia –especulo- que pudo mover a actor y libretista a hacerlo parte de una rutina en un programa que no estaba presente y por tanto, no podía defenderse. La molestia –constato- que iba a enganchar eficazmente con cierto sector del público. Porque la acusación de algunos tuiteros contra Caniulef –periodista de espectáculos y lector de noticias los fines de semana, lo que supone cierta prudencia e imparcialidad al opinar- no se detiene en su falta de solidaridad con el pueblo mapuche (como si a los chilenos descendientes de alemanes se les exigiera a diario manifestarse contra el nazismo o a descendientes ingleses y franceses contra el saqueo de las ex colonias africanas, o a los chilenos comunes y silvestres pronunciarnos por la extrema pobreza o la desigualdad) sino en su “estilo de vida”.
Caniulef, entonces, es culpable. Culpable de su profesionalismo, de su glamour, de sus vacaciones en Estados Unidos, de sus entrevistas exclusivas con estrellas de Hollywood, de su vestuario ondero y de asistir a espléndidos eventos. Caniulef es culpable de haberse forjado una carrera impecable y de paso, romper con nuestro estereotipo del mapuche panadero o estafeta, en el mejor de los casos, borracho y flojo las más de las veces. O del mapuche combativo que valida el rebelde actor disfrazado, y de ahí la referencia al asesinato de Matías Catrileo. Porque el progresismo –o algunos de sus autodesignados voceros- también tiene las reglas claras: no necesita frivolidades que desordenen su entramado discursivo. La diversidad como apuesta es solo para el discurso. Le basta sostener la oposición binaria que delimita lo aceptable. Repetir al infinito la primera regla, simple y clara: el mapuche –siempre- debe estar en su lugar.
Caniulef, entonces, es culpable. Culpable de su profesionalismo, de su glamour, de sus vacaciones en Estados Unidos, de sus entrevistas exclusivas con estrellas de Hollywood, de su vestuario ondero y de asistir a espléndidos eventos. Caniulef es culpable de haberse forjado una carrera impecable y de paso, romper con nuestro estereotipo del mapuche.
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Fuente de la fotografía.
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Jorge Pujado Torres
¿…? Yo vivo para abajo, si es que se refería a mí. Saludos.
José Lagos P.
Un muy buen texto ,pero al mismo tiempo ,está apareciendo la verdad de la lectura en Chile ,(como lo vienen diciendo los académicos desde hace tiempo),el chileno medio no sabe interpretar ,igual que Yerko Alcaino ,que confunde humor con valentía y picantería barata sobre un set ,y lo que es peor ,la mala lectura de los televidentes ,y para qué decir de los asistentes al programa , que se venden por una entrada lo aplauden todo sin filtro sin entender el contexto
Camilo Ortiz
Acaso es pecado querer ser libre más allá de la sociocultura de la propia raza, obviamente sin dejar de estimarla. Buscar adentro de uno y por añadidura, el factor común a todas la razas, acaso la mismísima libertad que llama a la libertad. Nosotros vivimos en un país que ha reducido su concepto de realidad al mínimo, ha convertido el valle de la realidad en un túnel, ayudado en gran medida por medios de comunicación que comprimen todo pensamiento, lo uniforman, lo inmovilizan y lo emparejan en beneficio de aquellos que aún consideran a la libertad un enemigo a sus intereses, en la mayor parte económicos. Porque la realidad es una construcción diaria, y los medios de comunicación deben mantenerla bien enjaulada para que no se escape sobre todo hacia las nuevas generaciones, porque las viejas ya están listas, repletas de arquetipos, estereotipos y pelotudos ídolos de tv que ganan millones por hablar estupideces. Los menos son aquellos que escapan a La Matrix y descubren el tongo. Porque en Chile no existe la entretención ingenua, así como tampoco existe la caridad gratis. La mejor manera de sostener un régimen cultural opresivo es en definitva hacerte creer que eres libre en unos pocos metros cuadrados de tu mente, mantenerte distraído en el facilismo y la tranquilidad de las pantallas para que siempre estés dándole la espalda al mar que todos llevamos dentro.
ana maria silva ordenes
He leido todos los comentarios, y todos son respetables,»apolineos»el programa en cuestion no esta en mi agenda televisa,pero ante el revuelo que ha causado,resumo mi comentario asi:todos quienes han participado de este foro creo que: no dejaran de ver el programa en cuestion,seguiran riendose de su rutina,seguiran siendo audiencia del programa en donde el periodista aludido parti cipa,afin de cuentas nosotros hemos sido «autores intelectuales» de la tv que tenemos, todos hemos apoyado el reirnos, del maricon,dela roth,de la luli etc y muchos cambios no van haber eso esta claro. Necesitamos reirnos de «algo o alguien» es parte de nuestra rutina diaria, y ante eso somos «culpables»
Pedro R
la gente progre que vive de plaza italia para arriba piensa que la unica discriminacion que existe es hacia los homosexuales y son unos hipocritas