El padre de José Antonio Kast, Michael Kast Schindele, llegó a Chile a fines de los años cuarenta, proveniente de Baviera, Alemania. Documentos históricos confirman que fue miembro del Partido Nacionalsocialista Alemán, el mismo que sustentó la maquinaria de Adolf Hitler (Deutsche Welle). “No tenemos un solo ejemplo de alguien que haya sido obligado a unirse al partido Nazi”, señala a AP el historiador alemán Armin Nolzen, quien se ha especializado en analizar las membresías de la organización.
Lo que sigue siendo un misterio es cómo logró hacerlo sin enfrentar investigación alguna pese a su inscripción en el partido Nazi. Kast, como muchos otros de esa generación, llegó a Chile envuelto en el silencio que protegió a cientos de alemanes que encontraron refugio en el sur del país.
No se trata de culpar al hijo por los pecados del padre, sino de entender la raíz del pensamiento que lo ha moldeado. José Antonio Kast no nació en el vacío: creció en un entorno donde el orden, la pureza y la jerarquía no eran solo valores familiares, sino principios culturales importados. El problema no es la genealogía, sino la persistencia de un ideario que, bajo nuevas formas, continúa celebrando la obediencia sobre la diversidad y el autoritarismo sobre la empatía.
Yo mismo lo he vivido. En Chile, el racismo y el clasismo no son abstracciones: se sienten, se respiran y se heredan. En una ocasión, viviendo en Ñuñoa, tuve un vecino de origen alemán que me interrogaba insistentemente por mi acento, mi madre y mi nacionalidad. Era una curiosidad que escondía desprecio, una necesidad de recordar quién pertenecía y quién no. Esa escena mínima —que puede parecer anecdótica— explica algo del país profundo que personajes como Kast representan: una élite que desprecia la mezcla y teme al mestizaje, que asocia pobreza con peligro y extranjería con amenaza.
José Antonio Kast no odia al inmigrante por ser inmigrante. Lo odia por ser pobre. Porque detrás de su aparente defensa del “orden y la patria” se esconde una estética de poder donde lo feo, lo moreno, lo popular y lo distinto sobran. Su ideal de Chile es un país homogéneo, de apellidos “respetables” y piel clara, donde el poder se hereda como apellido, no se conquista con mérito.
El populismo de la pureza
Kast es, en esencia, un populista del orden. Su discurso no propone soluciones, propone enemigos. No ofrece futuro, ofrece resentimiento. Construye una narrativa donde los pobres, los inmigrantes y los movimientos sociales son culpables del colapso moral del país. Su estrategia es tan antigua como efectiva: crear miedo para ofrecerse como salvador.
Kast no solo es un conservador radical: es un heredero político del autoritarismo estético. En su imaginario, Chile debe ser limpio, disciplinado y sin “ruido social”. Los derechos humanos son obstáculos, la disidencia es un exceso y la justicia social una amenaza.
Durante la pandemia, llegó incluso a calificar las medidas sanitarias como una “dictadura sanitaria”, comparando las restricciones con regímenes totalitarios. Un argumento grotesco, si consideramos que las verdaderas dictaduras —como las que él defiende o relativiza— no buscaban salvar vidas, sino eliminar disidentes.
Kast, como su aliado Johannes Kaiser, es parte de esa nueva derecha que se disfraza de libertaria mientras ataca los fundamentos de la ciencia, la prensa y la democracia. Rechazan las vacunas, desconfían del conocimiento experto y promueven teorías conspirativas sobre control global.
Su populismo es también digital: una red de desinformación coordinada, nutrida por bots, troles y medios ideológicamente alineados. En esos espacios, el objetivo no es convencer, sino confundir.
El racismo como política
Chile es un país racista y clasista. No lo digo como una denuncia abstracta, sino como una constatación empírica. Y el discurso de Kast alimenta y legitima ese racismo estructural. En su lenguaje se mezcla el miedo con el asco, la pobreza con la delincuencia, la diferencia con la amenaza.
La ideología de Kast tiene raíces profundas en un imaginario colonial y aristocrático, el del “Chile europeo”, civilizado y blanco, frente a un pueblo mestizo y popular al que se le exige gratitud y obediencia.
José Antonio Kast no representa el futuro de Chile. Representa su reflejo más oscuro y decadente
Su programa político no es solo económico ni moral, es racializado. Promueve un país homogéneo y ordenado a costa de silenciar la diversidad cultural, étnica y sexual.
El espejo autoritario
Lo más peligroso de José Antonio Kast no es su ideología, sino su estrategia. Como los líderes populistas de derecha en EE.UU., Brasil o Europa, ha aprendido a manipular las emociones del descontento.
Esa es la esencia del autoritarismo moderno: no se impone por la fuerza, sino por el deseo. No obliga a obedecer, convence de que obedecer es libertad. Kast no promete democracia, promete orden. No ofrece justicia, ofrece castigo.
Cuando se presenta como “víctima del sistema”, lo hace para blindarse del escrutinio. Su relato de persecución busca transformar la crítica legítima en censura y la responsabilidad en martirio.
El peligro de la indiferencia
El ascenso de figuras como Kast y Kaiser no es solo un problema político, sino moral. Porque cada voto por ellos normaliza el desprecio, justifica la exclusión y convierte el odio en programa.
Chile no necesita mesías del miedo. Necesita memoria. Kast, en especial, representa esa tentación: la del orden sin justicia, la de la patria sin pueblo.
Epílogo: el pasado que sigue caminando
Michael Kast logró rehacer su vida en Chile, levantar una empresa y criar a su familia. Pero el silencio sobre su pasado se transformó en herencia simbólica. José Antonio Kast, su hijo, aprendió a no pedir disculpas por lo que duele ni cuestionar lo que avergüenza.
Hoy, mientras promueve un proyecto político que divide y retrocede, el eco de ese pasado sigue caminando. Porque hay heridas que no se cierran con el tiempo, sino con verdad.
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ffrias9
Sería un gran error que trabajadores, mujeres, jubilados y minorías de todo tipo voten por Kast, es peor que dispararse en los pies
Johk
Los nazis Kaiser y Kast son un peligro para la democracia. Seguidores de Pinochet,,Hitler y Franco y solo buscan eliminar pensiones de los ancianos y montar una dictadura…