Durante años, el centro político en Chile fue algo más que una posición ideológica, era una manera de hacer política. Con sus luces y sombras, fue el espacio donde se empujaron las grandes reformas sin romper los equilibrios democráticos. Fue también donde se tejieron acuerdos reales y no solo gestos para la foto. Pero ese centro, al menos tal como lo conocíamos, ya no está. O mejor dicho, está, pero deshecho, disperso, sin voz ni proyecto.
Parte importante de esta pérdida se explica por la desintegración del socialcristianismo chileno, cuya expresión casi única era la Democracia Cristiana. Ese partido, que por décadas fue un puente entre realidades políticas diversas, hoy está extraviado entre izquierdismos ajenos y fracturas internas. No logró actualizarse ni leer correctamente los cambios sociales. Se fue quedando sin relato, sin base social clara y sin una épica que convocara a nuevas generaciones.
Como referencia, la experiencia de la Concertación —esa centroizquierda que gobernó durante veinte años— demostró que sí era posible avanzar en justicia social, crecimiento económico y fortalecimiento democrático al mismo tiempo. Con todos sus límites, supo combinar cambios importantes (como consistentes reformas a la Constitución, la ampliación de derechos sociales y la reducción de la pobreza) con estabilidad institucional y responsabilidad fiscal. Fue una coalición imperfecta, claro, pero la vez una de las más exitosas del Chile republicano. Su problema no fue su moderación, sino que no logró renovar su relato ni adaptarse al nuevo ciclo social y político que emergió tras 2011, el debut de una novedosa generación política que una década después tomaría el poder.
Del otro lado, el liberalismo de centro, ese que podría haber encarnado una visión moderna, democrática y progresista desde una perspectiva no estatista, nunca terminó de cuajar. Se perdió entre el economicismo de unos y el traje izquierdista de otros. Al final, no fue más que una etiqueta de liberalismo progresista, sin densidad política ni consenso ciudadano.
Mientras tanto, el país real —ese que se levanta a las 6 de la mañana, que sobrevive con pensiones menguadas, que vive la inseguridad y la salud deficiente— ve cómo la gran política se pelea por twitter y habla en clave de guerrilla más que de grandes proyectos y sensatas reformas. Así, el desencanto crece. Porque si todo se convierte en diatribas, quienes quieren soluciones concretas y responsables, terminan sintiéndose huérfanos. Y mirando a nuevos mesías a la Milei, a la Trump o a la nueva onda bukeliana.
El centro no es la tibieza ni el empate. Es una forma de entender que los problemas son complejos, que no se resuelven a punta de consignas, y que para avanzar hay que ceder, dialogar, construir. Pero hoy, ese espacio está vacío. La izquierda se debate entre pulsiones refundacionales y confusión en sus filas; la derecha, por su parte, hace tiempo renunció a su espíritu liberal –que mostraron algunos de sus nuevos exponentes– para abrazar un conservadurismo reactivo y a veces agresivo, como el de su principal abanderada presidencial.
Y aunque algunos sectores de izquierda piensan con gobernar en solitario, la realidad ha sido porfiada: no están los números, ni en el Congreso ni en la sociedad. Cada vez que han intentado avanzar sin alianzas amplias, han terminado atrapados en la parálisis o empujando reformas recortadas sin base política ni legitimidad duradera. El progresismo, si quiere ser algo más que un ejercicio testimonial o de corto aliento, necesita mayorías. Esas mayorías no se construyen con consignas ni puros deseos: se construyen sumando voluntades distintas (¿y hacia dónde, si no hacia el centro?), con inteligencia y paciencia política.
Reconstruir un centro político relevante y con sentido no se trata de volver a la pasada Concertación ni de repetir fórmulas gastadas. Se trata de darle contenido nuevo a esa vieja idea: que el progreso se hace con responsabilidad, que la justicia social necesita instituciones sólidas, y que la democracia no puede ser un campo de trincheras permanentes
Entonces, ¿Quién habla por esa mayoría silenciosa que no calza con los cánones izquierda/derecha, pero que no quiere volver al pasado? ¿Quién representa a quienes creen en el Estado, pero también en el esfuerzo personal y familiar? ¿A quienes desean cambios, pero sin saltos al vacío? Estimo que eso anhelos representan a lo que debería ser el centro político.
Reconstruir un centro político relevante y con sentido no se trata de volver a la pasada Concertación ni de repetir fórmulas gastadas. Se trata de darle contenido nuevo a esa vieja idea: que el progreso se hace con responsabilidad, que la justicia social necesita instituciones sólidas, y que la democracia no puede ser un campo de trincheras permanentes. En esa perspectiva, algunos líderes socialcristianos, liberales o independientes, deberían empeñarse en construir una coalición centrista que realmente sea protagonista de la historia presente de Chile. Basta la voluntad política y la determinación de superar muros y rencillas añejas.
Porque lo que está en juego no es solo la política de centro, sino la posibilidad misma de un poderoso acuerdo nacional. Difícil, si no imposible, sin un centro que articule, que escuche y que proponga, la política se convierte en un péndulo sin contenidos, donde todo se promete y nada se cumple.
Si no hay políticos (nuevos o mayores) que construyan ese centro —no el centro geométrico, sino el centro de la moderación y el buen sentido—, otros lo van a ocupar. Y como hemos visto en nuestra propia historia y aquella mundial, el populismo aventurero, como Proteo, puede adquirir cualquier forma: de derecha, de izquierda, o de centro.
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gonzalo vicuña
Primero el mito: el centro político en Chile… fue el espacio donde se empujaron las grandes reformas. Cuales grandes reformas? Del mito a La realidad; el país real que dejaron 20 años de pequeñas reformas—ese que se levanta a las 6 de la mañana, que sobrevive con pensiones menguadas, que vive la inseguridad y la salud deficiente. Ese es la explicación para la evaporación de la Concertación. No vivas en el pasado, ni el Fax ni la la DC volverán a ser lo que fueron.
launion delrazonamiento detodas lastribus
Si alguna vez la DC fue centro, se cargó a la izquierda en momentos históricos y eso nos llevó a la extrema izquierda; una criminal que no dudaba en acumular armas y soñar con un millón de chilenos muertos…
Hoy la moderación exige acercarse al extremo racional que evite las estupideces de la izquierda; cerrar fronteras y terminar con la entrada de terroristas que atrae la izquierda para sus fines… Aquí no hay lugar para el centro…. Llegó la hora de arreglar las cosas; colocar a la mayoría de zurdos posibles detrás de la rejas es algo prioritario… Se debe identificar a los zurdos que quemaron Chile para llegar al poder a robar como una banda de criminales… No hay lugar para el centro… Primero hay que ordenar la casa con lo básico…
Los discursos vomitivos que buscan sembrar un centro que luego comprar para inclinarlo a la izquierda ya no tienen cabida… Es hora de que el centro pague sus faltas de compromisos con la cordura… Es hora de rechazar sin diálogos cualquier discurso que provenga de la izquierda corrupta que desea levantar un centro disfrazado con piel de oveja llorando lágrimas de cocodrilo al devorar los recursos que necesitan hospitales, escuelas y gente sin viviendas….
Ustedes, zurdos, no tienen justificación y sus discursos son falsos y ridículos cuando los comparamos con sus acciones; las más conocidas, las de Bachelet y Boric han sido un completo desastre y una completa desgracia para el Chile que necesita racionalidad… Definitivamente no pueden sacudirse el estigma de mentirosos, ladrones, corruptos y asesinos…
“Hey, soy de la extrema izquierda y quiero inventar un centro bien centradito donde pueda acomodar a todos los lobos de la manada que han saqueado a Chile”… 500 mil empleados le sobran al país, mismos que han llevado la deuda externa de Chile a niveles históricos desde el año 2012 y al dólar a mantener una tendencia clara y constante que devalúa el peso chileno, y todo para alimentar a parásitos inútiles de izquierda…
“Hey, soy de la izquierda terrible que ha saqueado al país sin la más mínima consideración de los pobres; quiero inventarme un centrito bien contradito donde poder ir a esconderme en una ratonera ante la tormenta que se avecina”… Chile no quiere más zurdos terroristas y ladrones, incendiarios y saqueadores, ladrones y mentirosos, ni tampoco quiere centritos donde se hablen tonterías sin sentido… No se puede levantar la justicia acarreando el lastre de saqueadores de izquierdas, de piratas políticos sin corazón, de degenerados mentales corruptos que aman el terrorismo para empobrecer a la población, o para llevar al país a ser una célula de demonios como el jetón de Maduro al que han adorado tantos izquierdosos terroristas chilenos…
“Inventa un centro donde esconder a los terroristas saqueadores incendiarios de la izquierda”…. Ponle por eslogan “somos la nueva izquierda de centro renovada que robará desde las sombras, que saqueará al Estado desde las amenazas entre pasillos”… Coloca por meta inventar nuevos 500 mil empleos para los parásitos del futuro… ¿Te gusta la idea?
O eres frío o eres caliente, pero, tibio, no; tibio no; los tibios tendrán una mal futuro….
“Hey, quiero inventarme un centro rosa, totalmente a mi medida, donde pueda ir a esconderme hasta que pueda sacar las garras otra vez para salir a despedazar y a desgarrar una vez más”…