Señor Presidente,
Sus chistes cada vez me causan menos gracia, porque más allá de la forzada simpatía que usted intenta demostrar, empiezan a aflorar con mayor frecuencia los prejuicios desde los cuales entiende el mundo. En eso no se diferencia de mí ni de ninguno de sus compatriotas. Todos en mayor o menor grado nos relacionamos con los otros desde nuestros prejuicios y eso es inevitable.
No le voy a hablar de la necesaria dignidad del cargo que usted ocupa. En eso otras personas de pluma más elaborada que la mía han gastado tiempo y espacio para intentar explicar porqué usted no logra entender (o si lo entiende, no lo aplica) que la Presidencia de la República requiere de un cierto respeto (aunque solo sea aparente) por algunas reglas de comportamiento. No, de eso no le voy a hablar.
Que usted mate a Nicanor Parra o diga que Pablo Neruda era curicano, sin duda será razón de burla en este país, en el que todos nos creemos más cultos de lo que realmente somos. Pero será algo menor, porque la erudición no es requisito fundamental para contribuir a nuestra convivencia.
Pero cuando usted dice, ante la presencia de un niño de cabellera rubia, que eso es mejorar la raza, no solo está faltando el respeto a la inmensa mayoría del país (sí, en este caso estadísticamente es la inmensa mayoría, no una mera afirmación retórica en el fragor del debate político), sino que además a través de esa talla aflora lo que usted realmente piensa, como cuando no hace mucho hizo cierta comparación entre los políticos y las mujeres. Es, si me permite la metáfora, el sentido del humor del patrón de fundo, de esa persona que no conoce límites y que cree que todo le está permitido, desde saltarse una fila en el aeropuerto porque es dueño de la aerolínea hasta tener un terminal bursátil en el escritorio presidencial.
Lamentablemente, esa manera de hacer reír, que no es más que una manera de reírse del mundo, de los otros, está en la base discursiva de nuestra desigual sociedad. Porque entre bromear que el pelo rubio mejora la raza y después contar un chiste sobre indios flojos y borrachos no hay frontera, son parte del mismo repertorio, uno que lleva varios siglos siendo usado y recreado en las casas, oficinas, colegios y exclusivos clubs de nuestra élite. En suma, en esos espacios en los cuales usted creció y prosperó hasta convertirse en una de las cien personas más ricas del mundo y el Presidente de una las sociedades con peor distribución del ingreso.
Entonces, señor Presidente, comprenderá que cuando
leo en un vespertino (que alude a su comentario como muestra del buen humor que demostró en terreno) que usted ensalza cierto color de pelo, después me resulta muy difícil creerle cuando en su programa y sus discursos plantea que su gobierno está empeñado en hacer de Chile una sociedad de oportunidades. Oportunidades para quién, me pregunto, ¿para aquellos que hayan demostrado genéticamente cierta superioridad o hayan nacido en cierta cuna?
Seguramente sus avezados asesores le dirán que la polémica que sus palabras han generado es artificial, que ha sido inflada por las redes sociales. Pero yo le digo que desconfíe de sus asesores. Usted no puede, en un país mestizo y con más de un millón de personas que se declaran pertenecientes a un pueblo indígena, bromear con el ADN.
Léalo como un consejo para su gestión hasta marzo de 2014: si sigue por esa senda (¿qué vendrá después de burlarse de las mujeres y las personas de pelo distinto al rubio? ¿mofarse de la orientación sexual o de género?) usted no logrará salir de una dimensión en la cual cada vez más chilenos y chilenas lo tenemos: la de sentir vergüenza de quien nos gobierna y nos representa ante el mundo. Yo no vote por usted, pero tampoco lo hice por varias de las personas que ocuparon su lugar desde 1990 en adelante, pero en ninguno de esos casos sentí vergüenza. Sus dichos y actitudes podían enojarme, sus decisiones podía no compartirlas, pero nunca me hicieron avergonzarme. Y créame, cuando un país se avergüenza de sus mandatarios, el respeto por las instituciones sufre en su fibra más interna.
Termino señor Presidente. Sé que es imposible que usted se disculpe por estas bromas, porque usted es digno hijo de su clase, aunque ésta a sus espaldas también le critique su falta de tino y moderación. Pero sí creo, señor Presidente, que usted puede y debe a partir de ahora entender que gobierna para todos los chilenos, aunque muchos de nosotros no nos sintamos representados por su gobierno y muchos de los que votaron por usted hoy se arrepientan. Y gobernar para todos los chilenos parte de un principio básico: que usted no puede bromear a costa mía, ni de nadie, porque los presidentes no se ríen de su pueblo, se ríen con su pueblo.
Atentamente,
Darío del Puente
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4 Comentarios
sigridps
Me imaginaba lo siguiente: Obama, en un día de relax ve un niños rubio, de lo más lindo y simpático y «en broma» dice: que está mejorando la raza. Ustedes creen que en USA la gente, los medios o alguien diría, «qué simpático el presidente»? Estoy segura que al menos se produciría un escándalo de proporciones y ni qué decir de las protestas que existirían en las calles, me atrevería a decir que hasta le podría costear el puesto.Pero, como estamos en Chile, no pasa nada, al revés, se lo celebran como una gracia! Insólito por decir lo menos, pelotudo, como dijo algún señor cientista político que alguna vez estuvo emocionado con que Piñera fuera presi. Vergonzoso dijo yo, y coincido con el autor, estos lapsus son los que nos hablan de lo que realmente cree este presidente y su gobierno. Gracias lapsus por iluminarnos sobre el nivel de racismo y clasismo del que hace gala el señor que tenemos por presidente. Y una pena que en Chile sólo pase como una broma de mal gusto, cuando en realidad es bastante más serio que eso. Pero en fin. estamos en Chile nada más, no nos alcanza para más.