La elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York representa un giro profundo en la orientación política de la ciudad: un viraje desde el pragmatismo neoliberal hacia una visión abiertamente redistributiva y claramente orientada a la solidaridad.
Su programa busca reinstalar la garantía de derechos básicos, desplazando al mercado como regulador principal de la vida urbana. Los ejes de su agenda —vivienda pública, transporte gratuito, supermercados municipales y cuidado infantil universal— apuntan a reconstruir la cohesión social erosionada por décadas de desigualdad y financiarización.
La propuesta de congelar los arriendos y crear una agencia de vivienda social redefine el acceso a la ciudad como un derecho y no como una mercancía. Esta propuesta en los hechos implica revertir décadas en que el territorio ha sido tratado como activo financiero, subordinando las necesidades colectivas a la rentabilidad del capital inmobiliario. Es lo que en Chile ha generado la mayor crisis habitacional de la que tengamos memoria y, de ser así, solo augura profundizarse.
Con su propuesta habitacional, Mamdani reabre el debate sobre quién posee el derecho a la ciudad: no como simple espacio físico, sino como estructura de pertenencia social y económica solidaria.
Respecto de ello, reafirmar la función pública del suelo —ya sea mediante control de rentas, adquisición directa o uso de instrumentos fiscales sobre viviendas ociosas— equivale a disputar el poder real de los grandes fondos y desarrolladores que moldearon la geografía de la exclusión, donde quiera que esta forma de articular las relaciones sociales y económicas se volvió hegemónica.
Complementariamente, la idea de supermercados comunitarios de gestión pública busca romper con la lógica de la intermediación especulativa en la distribución de alimentos. En barrios castigados por la inflación y la falta de oferta, estos espacios representan una infraestructura de dignidad, donde el acceso a lo esencial deja de depender de la capacidad de consumo.
La elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York marca un giro histórico: una ciudad que se atreve a imaginar lo común como horizonte político, apostando por la redistribución, la solidaridad y el cuidado
Ambas medidas apuntan a un mismo horizonte: devolverle a la ciudadanía control sobre los bienes que sostienen la vida cotidiana y que definen finalmente su cohesión social.
Para financiar estas transformaciones, Mamdani plantea una reforma fiscal que eleva impuestos a corporaciones y grandes fortunas, con lo que introduce una ética de justicia tributaria frente a la concentración de riqueza. Su visión de seguridad, centrada en la prevención y el bienestar comunitario, completa una propuesta que busca redefinir el contrato urbano anclándolo en valores que se sustentan en la solidaridad y sostenibilidad.
Así, su programa convierte a Nueva York en un posible laboratorio del posneoliberalismo urbano: un modelo de ciudad que no se limita a administrar la escasez, sino que se atreve a imaginar lo común como horizonte político y a reconstruir la convivencia desde una mirada más igualitaria y cualitativamente superior a la existente.
De este modo y tras décadas de hegemonía neoliberal, empiezan a crecer semillas de otro tipo de racionalidad política y económica, basada en la redistribución, la proximidad y el cuidado.
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abechtold
Como la retórica de izquierda dibuja las cosas.
En Nueva York votaban siempre algo cercano al millón de personas. Eso, durante los últimos 20 años. En esta elección, votaron más de 2 millones.
Si uno no ve que hubo movimiento de votantes , es obviamente que no quieren ver lo evidente: acarreo electoral. De eso, que el mundo quiere redistribución, economatos, etc, es solo el imaginario acomodaticio de fanáticos.