“El Despertar no tiene que morir nunca más” (Mariano Puga).
La idea de la dignidad humana en Kant es una continuación de la idea de libertad. Es decir, la dignidad reside en la libertad, la moralidad, la racionalidad y la autonomía de la voluntad. Para Kant, el ser humano es libre y capaz de autodeterminarse. Por tanto, cada ser humano es único y no puede ser sustituido por nadie ni por nada, pues, carece de equivalencia, al no poseer un valor, un precio, ahí, es donde aflora la dignidad.
Quise iniciar con estas cuestiones filosóficas algo complejas de comprender con la sola intención de que no se olvide que hace cinco años miles de chilenos de norte y sur afloraron y acuerparon en plazas, calles y barrios convocados de manera espontánea para reclamar por las desigualdades profundas y abusos de décadas. Donde, en la medida de lo posible, el chorreo y el asistencialismo han intentado de dar respuesta a esas pretensiones sociales, políticas y económicas de un mejor vivir.
El estallido – revuelta expuso causas multidimensionales y su dinámica fue y es indiscutiblemente nueva para el sistema político tradicional que aún busca respuestas posibles a nivel académico y político pero no estructurales. Este fenómeno responde a una realidad social de abuso permanente e injusticia a lo menos en las últimas tres décadas en Chile, basado en un modelo de organización individualista. Algunos temas presentes en el Chile actual y que tienen una cierta correlación con octubre del 2019, aun cuando no existen las condiciones objetivas no obstante las narrativas siguen vigentes y presentes, incluso más allá de las respuestas estructurales todavía ausentes:
Las protestas, las marchas y el acuerpamiento y sus multirepresentaciones de miles personas en diferentes momentos de los seis meses en los cuales se extendió la revuelta solo fue aplacada por el reflujo decretado nacional e internacionalmente por la pandemia del Covid 19.
A cinco años de la revuelta popular, con más de 30 meses de gobierno de Gabriel Boric Font, la promesa de fundar un nuevo pacto sigue pendiente. El estallido social no ha finalizado, a pesar de que la élite lo ha intentado cerrarlo de modo administrativo. En la actualidad, la vida se ha tornado cara y dura para finalizar cada mes. La indignación sigue: latiendo y esperando.
Las élites y las clases dominantes “hacen creer que el 18 de octubre es parte del pasado” como enunció una ex ministra de justicia del actual gobierno, como si los heridos, detenidos, muertos, mutilados y los informes internacionales fueran meros datos. Desconociendo como repasaba Benjamín: “hay dos muertes en el genocidio, una muerte física de la víctima y una segunda muerte, la hermenéutica, que no es otra cosa que la banalización de lo que pasó”.
A cinco años de la revuelta popular, con más de 30 meses de gobierno de Gabriel Boric, la promesa de fundar un nuevo pacto sigue pendiente. En la actualidad, la vida se ha tornado cara y dura para finalizar cada mes. La indignación sigue: latiendo y esperando
Inclusive, Jan Jarab del Alto Comisionado de Derechos Humanos para las Naciones Unidas, exteriorizó inquietud en la dimensión de la memoria y la falta de avances en la reforma a las policías a cinco años del estallido social. A mayor abundamiento indico, “hay un intento muy evidente de instalar en el imaginario colectivo que el estallido social y las protestas del 2019 y 2020 eran tan solo una serie de actos de carácter delincuencial y esto no es cierto. Podemos tener en una sociedad democrática distintas lecturas, valorar más la contribución positiva de los temas que se visibilizaron o decir que los actos vandálicos son los que más importan, pero no podemos negar que en varias de estas manifestaciones hubo centenas de miles de personas pacíficas, que estaban formulando demandas de carácter social, político y crítico de la represión”.
Las emociones, las subjetividades y una reinterpretación de la desigualdad se encausó en un proyecto nuevo de constitución en un contexto de un consenso espurio mientras en las calles se seguía reprimiendo y los heridos y mutilados aumentaban. La clase política hizo una mala lectura de las demandas sociales canalizando las mismas en dos proyectos que con el tiempo fueron derrotados.
En la actualidad, en el gobierno de Boric Font no existe movilización masiva, salvo ciertas resistencias que son aplacadas desde las represiones y las nuevas lecturas de la representación social. Las demandas se mantienen vigentes, no obstante, sin respuestas claras, eficientes y operativas desde la institucionalidad, la misma que estuvo bajo cuestionamiento y sin legitimidad hace cinco años.
El acuerpamiento de los cuerpos individuales y colectivos interpreta el pasado a partir de su propia historia. La gente se encontró en la calle, en la comunidad haciendo comunidad en el espacio común, pero luego, con el tiempo pandémico y los últimos dos años, se retornó de nuevo a lo propio. Probablemente, el estallido-revuelta tendrá muchas lecturas causales, pero, sobre todo, respuestas atingentes, particularmente, con la Verdad, Justicia y la Reparación Integral.
Cabe establecer, parafraseando a Walter Benjamín, “El que busca acercarse a su propio pasado enterrado debe hacer como un excavador… No debe tener miedo de volver una y otra vez a la misma materia”.
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