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Vida a medida

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Vivimos sumergidos en un individualismo potenciado por la tecnología, al punto que construimos una realidad determinada por nuestros gustos y nuestras necesidades. El mundo digital, dominado por las nuevas deidades modernas —los algoritmos—, responde sugiriendo un interminable listado de imágenes, videos, ideas, personas y contenidos que estimulan específicas y calculadas dimensiones de la personalidad del consumidor, en una simbiosis virtual que va transformando la experiencia cognitiva de la red global en adictiva.

La inteligencia artificial es el siguiente nivel de personalización, tanto en la búsqueda de información como en el aprendizaje y construcción del conocimiento, siempre adecuando los entornos a las preferencias, ritmo, prejuicios e ideas del todopoderoso usuario individual.

Las nuevas generaciones, acostumbradas a “escrolear” o deslizar en busca de contenido de su agrado, pretenden traspasar sus hábitos de consumo en redes sociales a su vida diaria y relaciones reales en el mundo “analógico”. Sin embargo, la vida y la sociedad van más allá de un dispositivo móvil, y la experiencia vital no puede reducirse a la teleserie vertical de moda que se ajusta a los gustos individuales.

Cada día es más común escuchar que la gente condiciona sus relaciones personales a compartir, casi completamente, una cierta visión del mundo, ideales, principios, una postura ideológica o una pertenencia tribal o social, buscando una correspondencia virtualmente espejada.

Muchos hoy intentan moldear al mundo a sus preferencias y terminan viviendo una realidad paralela compartida solo con una exclusiva comunidad de intereses, individuos que solo aceptan establecer lazos con otros miembros de la tribu, potenciando discursos identitarios e incluso sectarios. Sus estándares son superiores (¿dónde habremos escuchado eso?), son los únicos válidos de hecho y el resto puede, y debe incluso, ser cancelado, descartado hacia la izquierda…

La vida a la medida de cada uno no existe en sociedad, y la democracia no sobrevivirá la política de tribus mucho tiempo más allá del mundo virtual

Incluso entre quienes declaman abiertamente valorar la riqueza que aporta la diversidad a la sociedad, reina la intolerancia y la incapacidad de establecer diálogos abiertos y sinceros con quien piensa o es diferente, lo que podría ser la explicación sociológica de la polarización política y social que vive el país, con un ambiente lleno de hipérboles dialécticas, muy útiles en redes sociales, pero completamente ineficientes en los términos clásicos de la teoría de la comunicación.

La vida a la medida de cada uno no existe en sociedad, y la democracia no sobrevivirá la política de tribus mucho tiempo más allá del mundo virtual, y a nadie parece preocuparle, por ahora.

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