Confieso que no vi el discurso del Presidente el 21 de mayo. Ni lo leí, ni he tenido ganas de hacerlo. Sin embargo, algo me llamó la atención en la cobertura de la temática laboral del discurso y fue la idea recogida por los medios y señalada con claridad por la Ministra del Trabajo, Camila Merino, en orden a legislar para regular la utilización de múltiples razones sociales al interior de una sola empresa como herramienta para perjudicar a los trabajadores en el ejercicio de sus derechos.
El asunto en nuestro país es de larga data. La práctica de la multiplicidad de razones sociales en una sola empresa, conocida en el argot laboral como multirut, consiste en que una empresa se subdivide formalmente en una serie de unidades menores para efectos tributarios y de paso y como quien no quiere la cosa, para efectos laborales.
El paradigma de esta práctica son las grandes empresas de retail que forman una empresa por cada una de sus salas de venta, poniéndole incluso un nombre distintivo a cada una de ellas. O las grandes industrias de carnes blancas, con una razón social por cada centro de producción lo que podemos detectar  mirando más detenidamente la bandeja de pechugas deshuesadas antes de abrirla. ¿Por qué mi pollo dice Faenadora San Vicente o Faenadora Rosario, si yo compré Agrosuper? Ahora lo sabrá.
¿Cuál es el sentido de esta práctica? ¿Qué implicancias tiene?
En lo laboral, tiene el efecto principal de dividir a los trabajadores y trabajadoras en múltiples empresas, evitando que estos formen un sindicato poderoso con mayor capacidad para negociar con su empleador. Usted me dirá que la ley permite la formación de sindicatos interempresas, pero cabe señalar que el empleador no tiene obligación de negociar colectivamente con un sindicato interempresas, como sí tiene frente al sindicato empresa. Claro como el agua.
Y como está de moda decir en estos días, ¿qué hizo la Concertación al respecto en 20 años? (Qué hicimos, para ser justos). No mucho, la verdad, pero no todo por falta de iniciativa. En una oportunidad, por lo menos, fue por el bloqueo de la Alianza y del partido del actual presidente. Revisemos un poco este punto porque si el gobierno tiene la real intención de enviar un proyecto para eliminar el fraude del multirut deberá (junto con lograr no ponerse colorado), abordar aquella materia que el senador y escritor de best sellers, Andrés Allamand, envió al tacho de la basura, con el gentil auspicio del Tribunal Constitucional: la definición de qué entenderemos por empresa en el ámbito laboral.
Obvio y evidente. Si no puede haber más de un rut en una empresa, no sólo hay que legislar sobre las razones sociales, sino que debemos saber de qué hablamos cuando hablamos de empresa.
Esto fue lo que trató de hacer la Concertación, a finales de la Administración Lagos y principios de la Administración Bachelet, cuando, en el contexto del proyecto de Ley de Subcontratación y Servicios Transitorios, elaboró una definición del concepto de empresa, señalando que:
“Para los efectos del presente Título, se entiende por empresa, toda organización de medios personales, materiales e inmateriales, ordenados bajo la dirección de un empleador, para el logro de fines económicos, sociales, culturales o benéficos.“
Se reemplazaba entonces la identidad legal por la identidad real para todos los efectos laborales. Esto no era caprichoso ni gratuito. La primera década del siglo XXI veía en materia laboral la creciente dificultad de los trabajadores y trabajadoras para saber a ciencia cierta quién era su empleador real y ante quién tenían que elevar sus demandas. Enredados en una cadena de subcontratación y filialización, las figuras fraudulentas del suministro y del subterfugio, operan como mecanismos que no sólo atomizan la capacidad negociadora de los trabajadores, sino que muchas veces permiten esconder al verdadero empleador de los mismos.
El rechazo de dicho artículo por el Tribunal Constitucional, ante el requerimiento de Allamand, generó que la Ley de Subcontratación viera la luz con carencias evidentes. Si bien es cierto generó avances fundamentales para establecer una cadena de responsabilidades de la empresa principal respecto de los trabajadores subcontratados, no es menos cierto que sus intenciones en materia de ocultamiento de la calidad de empleador tienen un notable parecido con la letra muerta.
En la cara de la moneda que corresponde a los derechos individuales, la conocida polémica entre la Dirección del Trabajo y Codelco fue zanjada por la Corte Suprema contra el organismo fiscalizador (con el consiguiente alivio de Andrés Velasco y Karen Poniachik), de forma tal que hoy la persecución del suministro ilegal de trabajadores requiere de un camino tan intrincado como imposible.
En la cara de la moneda que corresponde a los derechos colectivos, la eliminación del concepto de empresa de la ley y la negativa permanente de la derecha (más algunos amigos de siempre en la Concertación) a buscar alternativas para abordar el tema del multirut, consolidó la fragmentación forzada de las organizaciones sindicales y de la negociación.
Entonces, ¿qué coyuntura se abre, si efectivamente el Ministerio del Trabajo abre nuevamente el punto? Una coyuntura en la que debemos poner atención y aprender de nuestro pasado, concentrándonos en el problema de fondo, más que en la forma, en la que una y mil veces hemos quedado entrampados.
Poco importa si una empresa tiene 200 rut si todos sus trabajadores y trabajadoras pueden organizarse en un solo sindicato y negociar con su empleador real. Si esto se logra dándole titularidad negociadora al Sindicato Interempresas, es un camino; si se logra permitiendo que distintos Sindicatos Empresa pertenecientes a un holding le puedan presentar un proyecto de negociación a su matriz, sin que esta se pueda negar a negociar, es otro camino. Si son los dos juntos, tanto mejor.
Lo que veo poco probable es que la derecha logre cambiar de tal forma que envíe hoy un proyecto que se haga cargo eficientemente del problema. Menos probable aún es que lo hagan sin que Allamand dé cuenta de él. Ver para creer.
                            
                            
                            
                            
                            
                                
    
    
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ernesto-galaz-canas
Guena cabezón, de nada sirve tener un solo rut si los trabajadores no puede negociar con el verdadero empleador, ademas quien es el verdadero empleador, por lo general es tan invisible como la mano del mercado, a lo mejor la solución es hecharle harina, como en las antiguas peliculas de fantasmas, asi podremos ver al fantasma.