Francisco Vidal en una entrevista titulada “Los 3 sueños eróticos de la derecha no se cumplieron” intenta ofrecer una lectura del escenario electoral chileno a través de la charlatanería propia de quien habla creyendo que es dueño de la razón. Sin embargo, lo que termina entregando es más un ejercicio de espectacularización política que un análisis serio del momento que vive el país.
La expresión “sueños eróticos”, tomada literalmente de la entrevista de Vidal, es utilizada como ancla mediática para atraer miradas. Pero es precisamente en ese punto donde empiezan los problemas: cuando el debate público se construye desde el titular, antes que desde el contenido. Con ese tipo de metáforas, lo que se instala no es la reflexión, sino el ruido; no es la comprensión del escenario político, sino el impacto emocional. Y ese recurso, entendible en campaña, discutible en un medio de comunicación, termina condicionando el resto del texto.
La entrevista ofrece un amplio espacio a la mirada de Vidal, quien presenta la situación electoral como una especie de equilibrio estratégico que favorece a la candidatura de Jara. Su tesis es simple: la derecha no logró sus tres objetivos clave y, por lo tanto, la cancha estaría más despejada para la centroizquierda. Pero la nota no cuestiona ni profundiza lo suficiente en ese diagnóstico. No se contrasta con datos, no se consulta a otras fuentes, no se evalúa la estabilidad real de ese supuesto “equilibrio político”.
Lo más llamativo es la falta de análisis sobre la posibilidad de las promesas que se exponen. Se mencionan consignas como permitir que las familias compren “con plata y no con crédito” o mejorar la seguridad ciudadana desde el cotidiano del almacén de barrio. Pero el Vidal en su entrevista no se detiene en preguntar cómo se lograrían esos cambios ni si cuentan con un sustento fiscal, administrativo o técnico. En un país donde más del 80% de los hogares lidia con deudas, donde la inflación golpea y donde las políticas de seguridad requieren estrategias integrales, no basta con repetir frases atractivas de campaña.
Francisco Vidal (parásito estatal) pasa por alto un aspecto fundamental: cuando se trata de captar a los votantes de Parisi, Matthei u otras figuras, no basta con incorporar propuestas de manera superficial. ¿Es coherente mezclar agendas tan dispares? ¿Cómo impacta eso en la base electoral propia? ¿Es realista esperar que esos votantes migren solo por ofrecerles una parte de su lista de deseos? Nada de eso los candidatos lo abordan de manera crítica.
Cuando la política se trata solo de golpes de efecto, quienes terminan perdiendo son siempre los ciudadanos, no los candidatos
Al final, lo que queda es la sensación de que las declaraciones de Vidal no quieren incomodar a nadie. Presenta declaraciones, amplifica un relato, pero no profundiza. No problematiza el contenido de fondo ni su contexto. No exige precisión técnica ni evidencia. En vez de abrir la discusión, la cierra.
Si los medios quieren contribuir a un debate político de calidad, especialmente en campañas polarizadas, es indispensable que vayan más allá del titular sugestivo y de la transcripción de declaraciones. El país necesita análisis, datos, preguntas incómodas y rigor. Lo contrario solo fortalece la lógica del espectáculo, donde lo que importa no es lo que se dice, sino cómo suena.
La entrevista a Vidal tiene impacto, sin duda. Pero carece de espesor. Y cuando la política se trata solo de golpes de efecto, quienes terminan perdiendo son siempre los ciudadanos, no los candidatos.
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